Hoy me he vuelto a poner en pie para predicar sobre mi caja en la puerta del supermercado. Algunos acólitos me han pedido que hable de la muerte, de abandonar el cuerpo y dejar lo material. De si me parece real el otro barrio, de si nos queda esperanza más allá de esto a lo que llamamos vida, de si la muerte es una liberación o sólo un castigo más, o simplemente un abandonarse a un sueño para descansar. Se muestran preocupados por recientes ausencias, buscan consuelo en mis palabras.
Nadie quiere hablar sobre ello, casi todos se giran de inmediato al escuchar algunas pinceladas de mi breviario, pero hay que reconocer que existe, que está presente, como mínimo de vez en cuando. La pérdida de convicciones generalizada de la sociedad occidental se ha asociado a esta negación, nadie quiere entender o asumir que nada más nacer te entregan la sentencia "sine die". Y todavía resulta más incomprensible cuando esa sentencia se cumple, especialmente cuando de forma injusta se abre la puerta de la celda y nombran a alguien por sorpresa, sin mediar crimen alguno, una madrugada.
Antiguamente las gentes se podían acoger a que este mundo era sólo provisional, que el bueno era el prometido por Dios y recoger sus pertenencias con resignación. El problema actual es que a Dios le falta credibilidad. Pero si él la ha perdido, imaginad el ser humano que está totalmente carente de ella. Porque mucho más ingenuo que creer en Dios es hacerlo en las personas. Esas mismas que se niegan a reconocer que no hay esperanza y que hay que alargar la vida como sea, incluso haciendo sufrir al futuro finado. Nuestra sociedad la ha negado tanto que incluso la ha eliminado (justamente) del sistema judicial, pero se queda a veces atónita ante la petición de algunos culpables que piden que se la apliquen para evadirse de la condena perpetua, literalmente, en esa situación, el sistema judicial se queda con el culo al aire y sin respuesta.
Algunos se consuelan pensando en la muerte como un descanso, un sueño dulce, agradable y reparador tras el sufrimiento. Pero es mentira desde el momento que no se sueña y esa sensación agradable sólo sería reproducible en un imposible despertar, o sólo se experimenta en el momento de quedarse dormido, cuando nos invade la agradable sensación de cerrar los ojos y dejarnos llevar.
Ese cielo, ese otro mundo prometido, es solo el sueño loco de algunos suicidas. Si realmente existe sólo está en la mente de los que se quedan y pueden recordar. Enseñar es la única manera de permanecer entre los vivos, de perdurar. Por eso me empeño todos los días en dejar alguna frase grabada en las cabezas de los que me escuchan un rato o me leen en este mundo paralelo, parecido al prometido por el paraiso, pero inexistente en su virtualidad. Seguramente sólo pretendo dejar alguna frase para grabarla en un epitafio. Ojalá pudiera dejar escrito en él "He tenido buena vida" pero no sería cierto, solo he tenido algunos buenos momentos... Paradójicamente hoy ha sido uno de ellos.
Eutiquio Sobrado.
hola Benigno, yo creo que mucha mas cinico que no creer en Dios es no creer en las personas...qué nos queda si fuera así? Creo que Eutiquio es un tipo bastante desesperanzado...
ResponderEliminarYo creo que Eutiquio se refiere al ser humano como grupo y no a las personas como individuo y que esa falta de credibilidad esta en relación con todo lo que rodea a la muerte que es sobre lo que predica hoy. Y sí, es un desesperanzado como mortal, aunque está lleno de ganas de vivir y sobre todo de hacer pensar. Gracias por leer y comentar
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