La gente anda muy preopcupada con la libertad de expresión y sus límites. Unos políticos se quejan de que otros han monopolizado una fiesta y que por eso no van, porque si van les pitan. Esos mismos políticos sonríen con sorna cuando a los del otro signo los abuchean en otras fiestas (organizadas por ellos). Unos ven bien eso que llaman "escraches" (yo les llamaría acoso), lo ven como una manifestación simpática y graciosa porque los que atosigan se lo pasan de miedo mientras otros pasan miedo. Otros se escandalizan porque una pareja copula en un andén de metro y acusan a los políticos de turno por ello. ¡Como si fuera el primer polvo que se echa en el metro! Lo gracioso es que otros apelan a la libertad (¿de expresión?) sexual. La realidad es que es un simple tema de educación, de modales y, sobre todo, de respeto. Esa misma falta de respeto que demuestran los que jalean o filman el acontecimiento. Es que lo del sexo para algunos es arte. En una reciente exposición