No sé donde tuve la primera noticia de este libro, alguien lo calificaba como obra maestra y recomendaba su lectura. Estaba apuntado en mi lista, pero nunca lo había buscado. Apareció en la estantería de una librería con un lomo algo descoloreado, en el que se adivinaba el paso de los años. El abandono que precede al descarte, el blanco de la contraportada había perdido el brillo de la novedad.
Abrí la primera página: "Eres un ogro, me decía a veces Rachel. ¿Un ogro? Es decir, ¿un monstruo fantástico, surgido de la noche de los tiempos? Sí, creo en mi naturaleza fantástica; quiero decir, en esta secreta complicidad que mezcla profundamente mi aventura personal con el curso de las cosas, y le permite inclinarlo a su favor." Ni diez palabras y ya estaba en shock, surgían de la página como un grito escupido en mi dirección. Decidí apadrinarlo, buscarle cobijo en mi casa.
Un poco más allá indica: "...hace tanto tiempo que el ser y yo caminamos juntos, somos tan viejos compañeros que, sin demasiado afecto, pero en virtud de una costumbre recíproca tan antigua como el mundo, nos comprendemos y no nos negamos nada."
Al poco, el libro era mio y he visto crecer durante esos días a ese monstruo entre sus páginas, el protagonista devenía desde la simplicidad, desde la fealdad, desde la sumisión y cierto aire de culpabilidad, en un ogro inquietante, que solo roza colateralmente la maldad y por eso, de forma preocupante, avanzamos toda la lectura de su lado, o mejor dicho, subidos a sus hombros.
Porque ese ogro representa a San Cristóbal ("el que carga o portador de Cristo") y al Atlas, ese gigante que sostiene el mundo con sus espaldas. Y también representa nuestras cargas que él consigue transformar en algo reconocible, palpable e incluso reconfortante. Aún así, no soporta la prueba del aumento de peso como el santo y es castigado. La foria es el "leit motiv" constante en toda la narración.
El autor escribe
una historia pero también una arenga, está obsesionado por las dobles caras. Critica, critica y critica, sobre todo en la primera parte del libro, en las partes relatadas por el protagonista en ese diario que escribe con su mano siniestra, guiado por un espíritu del pasado. A
veces me da miedo. ¿Se puede estar siempre en contra de todo? Es lo que
yo hago, en realidad es la rabia que nos da no recibir lo que creemos
merecer. Somos unos presuntuosos y nos creemos mejores que los demás.
Nos comportamos como perros atados siempre gruñendo y así pasa lo que
pasa, no se nos acerca nadie porque damos miedo.
El trastorno va progresivamente aumentado y surge la fascinación con los museos, con el arte, la fotografía y la pedofilia que no vemos culminada. El autor describe tan bien el trastorno que podrías creer que los pensamientos le son propios, me asusta pensar en la horas que ha pasado observando detalles humanos que pasan desapercibidos salvo a la mente de los obsesionados.
El trastorno va progresivamente aumentado y surge la fascinación con los museos, con el arte, la fotografía y la pedofilia que no vemos culminada. El autor describe tan bien el trastorno que podrías creer que los pensamientos le son propios, me asusta pensar en la horas que ha pasado observando detalles humanos que pasan desapercibidos salvo a la mente de los obsesionados.
Luego, la historia gira, incluso cambia algo la personalidad del protagonista, aparece un narrador más imparcial que se combina con la escrita en el diario. La anormalidad del patrón de conducta individual se hace familiar en contraste con la anormalidad colectiva y por eso no resulta extraordinaria y es asumida, salvo por esa desazón que notas de forma constante durante toda la lectura. Me ha dejado sumamente inquieto ese punto de vista y el final de la obra sin rastro de bondad.
En resumen, se trata de una novela original, algo inconexa en sus apartados, sobrecogedora, incluso algo subversiva. No deja frío y no sé si es lo que pretendía el escritor, pero tiene que ser muy bueno para haberlo conseguido. Creo que es de relectura obligada.
"Los teleobjetivos ... matan lo más emocionante de la accion: el leve sufrimiento que experimentan, al mismo tiempo y en polos opuestos, quien se sabe fotografiado, y quien sabe que el modelo sabe que se realiza un acto depredador, un rapto de imagen."
Benigno F.
Puntuación: 8/10
Comentarios
Publicar un comentario