Se acaba Agosto, ese mes que sólo existe en el calendario, un periodo en el que todo se detiene y los adultos hacen de niños, mientras los niños ejercen de ello. Sólo para ellos cuenta ese tiempo. En esos treinta y un días nada sucede, el mundo se llena de sustitutos y sucedáneos. No te puedes ni tomar el cortado, casi todo está cerrado y lo que está abierto está repleto de gentes medio desnudas pasando el tiempo, otra de las características de este interminable mes veraniego, la tendencia patológica a la desnudez, a enseñar carnes temblequeantes, cicatrices y nevus congénitos, lucir camisetas con inscripciones estúpidas, shorts, tatuajes y pechos. Yo casi no me entero porque prácticamente no he salido de casa, me he pasado la mayor parte del tiempo en la cama leyendo una montaña de libros que tengo. Eso sí, con pijama veraniego. Y mientras acaba el mes, vuelve a correr el tiempo, y se comienzan a oir rumores de sables, calientan motores las bombas y se ven niños muertos y hambrien