Reconozco que las novelas del siglo XIX y en especial las ambientadas en la época victoriana siempre me han resultado atractivas. Hay autores muy interesantes en ese período y éste que nos ocupa era uno de los que no conocía. He finalizado la lectura con cierto sabor agridulce y con ciertas dudas. Por una parte estoy tentado en ser radical en las incisiones y manejarlo burdamente con las manos, por otra pienso en un tratamiento atraumático con pinzas que no dejen marcas. Esas mismas que están casi ausentes en sus páginas. Lo que sucede es que: la obra está bien, el escritor conoce su oficio, consigue que el lector se haga una perfecta representación mental de personajes, circunstancias y ambientes. Además es breve. Incluso invita a reflexionar sobre algo tan antiguo como la responsabilidad, el honor, la lealtad y la obediencia. Pero no toma partido, lo hace con tal imparcialidad (incluso para mí indiferencia), que todo ese esfuerzo literario da la sensación de haber sido objeto d