Cualquiera que me hubiera visto hoy antes de las siete de la mañana por los pasillos del Metro con esta novela en la mano hubiera pensado que estaba enganchado, embelesado, que no podía pasar sin saber que sucedía de inmediato y... se hubiera equivocado. Lo único que pasaba es que estaba como loco por pasar la última página, por acabar cuanto antes con su lectura, y así dejar atrás el mal trago. Porque esta novela se me ha atragantado desde su inicio, porque nada más leer el primer capítulo me he dado cuenta de que, una vez más, me han engañado. Que he tirado a la basura los casi diez euros que me ha costado (suerte que ha sido una edición de bolsillo). Que he dejado que algunos voceros virtuales, marionetas hábilmente manejadas por las editoriales, hayan dirigido mis pasos hacia el estante donde el libro estaba mirando. La he acabado solo por compromiso, para poder escribir mi crónica con todos los datos en la mano, por darle una oportunidad, por encontrarle algún mérito, como el ...