¡Qué buen rollito hay en la calle con esto de las elecciones! Abrazos, miradas esperanzadas al infinito, amplias sonrisas. Todos preparados con el perro para atarlo con longanizas, para darse fraternalmente la paz. ¡Cómo mola! ¡Cada vez queda menos para Shangri-La! Y seremos felices y todos seremos hermanos. Pero si el buen rollo es tan magnífico, ¿Por qué la gente te pregunta qué vas a votar? o te dice a quién hacerlo. A mí nunca me lo había preguntado nadie, ni siquiera mi padre. Evidentemente si no contestas parece que has declarado tu ideología (debes ser uno de esos pocos malvados, casposos y retrógrados que deben ser arrinconados). Te miran de arriba abajo como sorprendidos, incluso algunos que supuestamente te aprecian y con los que nunca habías hablado de política te largan un mitin, intentan corregirte porque te aprecian, te compadecen por tu "falta de valor" (Vamos te llaman cobarde con cariño). Todo esto lo digo porque ayer, después de más de treinta años, o...