Acabo el año con un libro de traca, de los que dejan huella y sobre los que pasan los años pero siempre están vigentes. Primera confesión: soy un inculto. No conocía a John Irving más que de oídas. Veía los tochos en las estanterías y me entraba la pereza. Sabía de la belleza de "Las normas de la casa de la sidra" pero como a todo el mundo le gusta, yo me hago el remolón. Así que han tenido que pasar cuarenta años desde que se publicó este libro para que yo me ponga con ello. Segunda confesión: Creo que es uno de los mejores que he leído este año (quizás el mejor). La obra, aparte de revelar un autor extraordinario con un nivel apropiado para los mayores premios, demuestra que hay varias formas de escribir, las de los escritores que hablan sólo de si mismos y de sus experiencias y la de los que usan la imaginación, la observación y hablan de los demás. El autor habla de ello en la novela usando como protagonista a un escritor (como él), pero siempre evitando la autobi