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Rey Blanco - Juan Gómez-Jurado

 

Leo para disfrutar, para rellenar las horas de mayor silencio, para que pase rápido el tiempo y también para detenerlo. Podría decir que lo he conseguido leyendo esta novela y es verdad. La he leído sin parar, en muy poco tiempo, ni tres días he tardado. Le tenía ganas, quería saber mi dictamen final después del entusiamo de "Reina Roja" y la decepción de "Loba Negra". Ya lo tengo claro: pulgares para abajo. Y lo siento mucho porque una cosa es la lectura fácil, el leer desbocado, el ansia por conocer el final (que solo refleja las ganas de terminar con la incertidumbre, de saber el final de las penurias de los personajes que hace suya el lector) y otra cosa es la literatura y esta novela no se le parece ni de lejos. Es más cercana a las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Keith Luger o Clark Carrados , pero esas tenían la ventaja de que no venían precedidas de ruido de tambores y de alabanzas injustificadas en las redes sociales. Sabías a lo que ibas y los autores evitaban el púlpito y se conformaban con no ser superventas, tener para llegar a fin de mes y hacer pasar un rato entretenido.

La novela está repleta de artificios (el del arma de Chejov es de los más penosos de todos ellos), de maniobras de despiste, de palabras innecesarias de idiomas desconocidos (podría perfectamente habérselas inventado y eso sería un mérito), está construida sobre todo sobre diálogos, sobre la acción, que de vez en cuando el autor interrumpe para encender la mecha de alguno de sus fuegos de feriante, para recurrir a tópicos, a esas palabras incompresibles, a minuciosos detalles sobre muebles y decoración, a algunos "koans" de adorno, como si fueran pensamientos aplomados, a párrafos innecesarios, de relleno y lo que es peor, algunos con intención reflexiva dignos de decorar tazas de café.  Cuando llega a uno de los momentos más álgidos del relato lo interrumpe con un monólogo aburrido, en otras ocasiones retrocede a un pasado que poco aporta más que rellenar más páginas. Cerca del final levanta el pie, como asustado por la aceleración, dubitativo por primera vez o tomando aliento para el acelerón final, o rellenando páginas sin ton ni son para cumplir con los objetivos editoriales, él sabrá, pero pierde algo el hilo, deja sueltos elementos que eran cruciales en la velocidad de fórmula 1 de la historia. Deja en suspenso sentencias pero sin pasar por juez y dictamen.

Le reconozco el buen final, abierto, no muy complicado, pero con el pie claramente levantado. Me ha dejado sin ganas de más, no me gustan las ansiedades injustificadas. Al acabar me he quedado preocupado, me pasa siempre que disiento de la mayoría, tengo miedo de ser considerado un apestado, de estar obsesionado con conspiraciones virtuales para ensalzar falsos merecimientos. Lo he vivido también con "30 Monedas" de Alex de la Iglesia, me pareció una birria el primer capítulo, salvo las interpretaciones magníficas de Carmen Machi y Eduard Fernández, una enormidad de inconsistencias argumentales con una pareja protagonista falta de toda credibilidad. Pero no me hagáis caso que yo soy muy raro y me lo paso bien con una novela y luego me da por criticarla ácidamente... será que tengo reflujo y las digestiones me repiten.

Benigno F.



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