Por el título, debería haberlo leído el mes que viene, pero nada más ver la novedad y para descansar de la serie completa de los detectives Hernández de Rosa Ribas, me he puesto con la nueva novela de Alan Parks, con las investigaciones de Harry McCoy, ese policía con una infancia oscura de la que no se logra desprender ni en sus complejos, ni en sus compañías. En definitiva, mala vida y demasiados favores que devolver a un amigo del hampa.
El autor nos enreda en una investigación múltiple, la supuesta desaparición de un niño inexistente, el asesinato cruel de un individuo solitario, un caso de corrupción policial y una serie de muertes de mendigos borrachos, supuestamente envenenados.
La trama resulta algo complicada, pero el escritor maneja muy bien sus herramientas y consigue engarzar con bastante habilidad todos los casos. No obstante, tanta complicación hace perder algo de credibilidad al personaje principal que, por sus características, no parece muy bien dotado para manejar con habilidad malabar todos esos platos sin que se le caiga ninguno.
La historia engancha al lector, pero es muy fácil darse cuenta de las trampas del escritor y aunque el conjunto exhibe cohesión, los eslabones que unen las unidades son bastante débiles y en muchos momentos están a punto de romperse. Según mi punto de vista, el autor se ha complicado la vida con tantas tramas y eso afecta al conjunto.
Aun con todo, me lo he pasado bien durante la lectura y solo le he visto las pegas al acabarla y pararme (después de la lectura desbocada) a analizarla.
Supongo que el autor prolongará la serie hasta completar los meses del año, pero le conviene un respiro y probablemente darle un giro al personaje porque con esa vida que lleva y la cantidad de problemas que le afectan, está siempre al borde del precipicio y al final, se acabará cayendo.
Benigno F.
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