"Lo que asusta de pasar el borrador es el color del fondo de la pizarra"
Él siempre deseó haber muerto en el accidente que provocó. Siempre le
acompañó aquella culpa aunque nadie supo que él fue el causante de
aquella desgracia que dejó a aquella familia rota por en medio.
Para
protegerse, en su interior se formó una masa fuerte, inerme, oscura, de
roca dura y antigua. Sólo se sostuvo para no incomodar a sus cercanos.
Para no dar pena a sus congéneres, su personalidad se refugió en las
bibliotecas, en las excavaciones arqueológicas, en el acumular conocimientos, en un ir y venir constante en transportes públicos, haciéndose experto en cables y espejos.
Continuamente conversaba
con suicidas, evaluaba sus argumentos, juzgaba el comportamiento. Siempre preguntaba lo mismo: ¿Cómo fue el último momento? ¿Viste algo al caer? Sólo buscaba arrepentimiento, en ningún caso el salvamento.
Intentó revivir en aquellos
brazos, pero no podía hacerlo. Ella tardó tiempo en darse cuenta de que
estaba casada con un muerto. Al final se cansó de intentar reanimarlo,
no tuvo más fuerzas para ese boca a boca continuo. Se declaró viuda un
día, súbitamente, se puso el luto y se lo quitó de en medio a él y al
color negro. A él no le quedó más remedio que comprenderlo. Hacía tiempo que lo sabía, desde que vió aquella ceniza fuera de sitio, cuando notó el aroma a tabaco de nuevo y aquellas colillas arrinconadas en los tiestos.
Resucitó al
poco para seguir muriendo lento. Todavía sigue en ello.
Un abrazo, hermano.
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