"Hubo unos instantes de silencio. La abracé, la atraje hacia mí y di un largo beso en sus labios. Al besarla, me hice sangre en la cara con el alfiler de su sombrero."
Anton Pavlovich Chejov
Ya me conocéis. No puedo evitar poner la oreja cuando algunas personas conversan. Incluso si lo hacen en voz baja, cuchicheando en un bar. Esas son las conversaciones que más me atraen. Incluso miro de reojo los mensajes en los móviles. Hay que ver que poco discreto es el ser humano hoy en día.
Así, chafardeando, he escuchado a una pareja diciéndose algo así como: "Me mantengo porque siento lealtad". Y rápidamente mi imaginación ha empezado a darle vueltas.
Así, chafardeando, he escuchado a una pareja diciéndose algo así como: "Me mantengo porque siento lealtad". Y rápidamente mi imaginación ha empezado a darle vueltas.
¿Es un sentimiento enorme y honorable la lealtad o es algo autoimpuesto? Yo diría que no es un sentimiento. La lealtad supone una obligación, no una elección. Casi siempre está fundamentada en algo tan obsoleto como un juramento. Es una obligación de fidelidad que con frecuencia lleva a actuar en contra de los propios pensamientos y sentimientos. Se siente lealtad hacia un señor feudal que usa su derecho de pernada, hacia un mando del ejército que ordena una carga sobre personas indefensas, o "fuego" a un pelotón de fusilamiento, se siente lealtad hacia el maestro aunque este haya sido injusto, hacia un trapo con colores de bandera. Muchas veces la lealtad se confunde con el respeto.
respeto.
Es conveniente respetar, pero no obligatorio mantener fidelidad a la persona merecedora de atención y consideración, en definitiva de miramiento. Se puede discrepar, se debe analizar la obediencia ciega más allá de la consideración propia.
Hay personas que no tienen miramientos, que utilizan a otros en su propio provecho y luego se escudan en la lealtad para sus actos. Descargan sus culpas, su dolor en el vecino, los utilizan como simple punto de apoyo para coger carrerilla y dar un giro acelerado y un sentido nuevo a su vida.
Llegado aquí bajo la cabeza culpable por todos los actos deleznables que he hecho a favor de la lealtad y en contra de mi moral o de mis sentimientos.
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