Cualquiera que me hubiera visto hoy antes de las siete de la mañana por los pasillos del Metro con esta novela en la mano hubiera pensado que estaba enganchado, embelesado, que no podía pasar sin saber que sucedía de inmediato y... se hubiera equivocado. Lo único que pasaba es que estaba como loco por pasar la última página, por acabar cuanto antes con su lectura, y así dejar atrás el mal trago.
Porque esta novela se me ha atragantado desde su inicio, porque nada más leer el primer capítulo me he dado cuenta de que, una vez más, me han engañado. Que he tirado a la basura los casi diez euros que me ha costado (suerte que ha sido una edición de bolsillo). Que he dejado que algunos voceros virtuales, marionetas hábilmente manejadas por las editoriales, hayan dirigido mis pasos hacia el estante donde el libro estaba mirando. La he acabado solo por compromiso, para poder escribir mi crónica con todos los datos en la mano, por darle una oportunidad, por encontrarle algún mérito, como el profesor que lee obligado un mal examen buscando algún acierto para poder puntuarlo, por no tacharlo y poner un cero sin seguir aguantando.
No pintaba mal de principio: Un buen título, una historia de esas de ida y vuelta, de pasado a presente y de presente a pasado. Una cadena de misterio que se extiende en la historia ambientada en la urbe en la que estoy empadronado.
Ya fruncí el ceño al ver que en la contraportada se anunciaba que la historia se iniciaba 1914 y en realidad es de 1941. Uno de esos bailes de números que siempre suman nueve como saben los bancarios. A las pocas páginas me di cuenta de que ese era uno de los más leves desatinos de esta ¿novela?, el más leve de la montaña que va acumulando el autor a medida que avanzamos en la ¿historia?
Sinceramente amigos, no me voy a molestar en hacer un listado detallado. Me trago que alguien en España en 1941 supiera lo que era una catana, que alguien fuera capaz de forjarla, que una mujer tenga el mismo apellido que su marido, que un hombre con metástasis en 1976 siga vivo en 1981 (incluso más allá), que se pegue un tiro en la cabeza y sobreviva tras tres días tirado en casa (teniendo como mínimo 70 años), que un hombre entre en la cárcel en 1976 y tenga escondidas fuera pruebas que implican a otro en una conspiración en 1978 (ese expediente precisamente es el motivo por el que ha sido malévolamente encarcelado). Me trago todos los datos médicos erróneos de la historia (que alguien que ha perdido el olfato note un aroma a iglesia, que alguien esté intubado por la nariz, que una mujer conectada a una máquina que la mantiene con vida se levante de la cama). Está claro que el autor va justo de matemáticas y de ciencias.
Pero no me trago que nadie se haya dado cuenta de todo ello. No me trago que haya pasado los filtros editoriales. Soy incapaz de comprenderlo. Debe tener un muy buen representante, debe de haber hecho una campaña mediática excelente. Porque este señor (no puedo llamarle escritor) tiene el nivel de Marcial Lafuente Estefanía o de Corin Tellado. Está falto de recursos, escribe para un guión cinematográfico, no describe escenarios sino escenas, sus personajes carecen de coherencia, sustancia y consistencia. Hagan ustedes la prueba. Intenten reconstruir la vida, personalidad, hábitos, etc de cualquiera de sus personajes. Por ejemplo: la protagonista o su ex-marido Lorenzo.
Desordena las piezas del puzzle consciente de que la linealidad dejaría claros los errores y el escaso interés de la historia. Suerte que es bisoño (casi pueril en su inocencia) y carente de recursos que sino nos endilga mil páginas. Aprovecha lo de siempre, incluso abusa de ello: la España de postguerra y de la transición. Lo peor es que no se notan las diferencias entre las diferentes épocas.
Pero si lo habéis leído y os ha gustado, no hay problema, no pasa nada, no es culpa vuestra, no me tengáis rencor. Me alegro que lo hayais disfrutado, siempre ha habido consumidores para los vinos a granel o en tetra brick (Yo soy uno de ellos). Todos sirven para dar un ligero mareo y producir alegría efímera. A mí espero que se me pase pronto la resaca porque ha sido de mal rollo, de reflujo, cefalea y Alka Seltzer.
Porque esta novela se me ha atragantado desde su inicio, porque nada más leer el primer capítulo me he dado cuenta de que, una vez más, me han engañado. Que he tirado a la basura los casi diez euros que me ha costado (suerte que ha sido una edición de bolsillo). Que he dejado que algunos voceros virtuales, marionetas hábilmente manejadas por las editoriales, hayan dirigido mis pasos hacia el estante donde el libro estaba mirando. La he acabado solo por compromiso, para poder escribir mi crónica con todos los datos en la mano, por darle una oportunidad, por encontrarle algún mérito, como el profesor que lee obligado un mal examen buscando algún acierto para poder puntuarlo, por no tacharlo y poner un cero sin seguir aguantando.
No pintaba mal de principio: Un buen título, una historia de esas de ida y vuelta, de pasado a presente y de presente a pasado. Una cadena de misterio que se extiende en la historia ambientada en la urbe en la que estoy empadronado.
Ya fruncí el ceño al ver que en la contraportada se anunciaba que la historia se iniciaba 1914 y en realidad es de 1941. Uno de esos bailes de números que siempre suman nueve como saben los bancarios. A las pocas páginas me di cuenta de que ese era uno de los más leves desatinos de esta ¿novela?, el más leve de la montaña que va acumulando el autor a medida que avanzamos en la ¿historia?
Sinceramente amigos, no me voy a molestar en hacer un listado detallado. Me trago que alguien en España en 1941 supiera lo que era una catana, que alguien fuera capaz de forjarla, que una mujer tenga el mismo apellido que su marido, que un hombre con metástasis en 1976 siga vivo en 1981 (incluso más allá), que se pegue un tiro en la cabeza y sobreviva tras tres días tirado en casa (teniendo como mínimo 70 años), que un hombre entre en la cárcel en 1976 y tenga escondidas fuera pruebas que implican a otro en una conspiración en 1978 (ese expediente precisamente es el motivo por el que ha sido malévolamente encarcelado). Me trago todos los datos médicos erróneos de la historia (que alguien que ha perdido el olfato note un aroma a iglesia, que alguien esté intubado por la nariz, que una mujer conectada a una máquina que la mantiene con vida se levante de la cama). Está claro que el autor va justo de matemáticas y de ciencias.
Pero no me trago que nadie se haya dado cuenta de todo ello. No me trago que haya pasado los filtros editoriales. Soy incapaz de comprenderlo. Debe tener un muy buen representante, debe de haber hecho una campaña mediática excelente. Porque este señor (no puedo llamarle escritor) tiene el nivel de Marcial Lafuente Estefanía o de Corin Tellado. Está falto de recursos, escribe para un guión cinematográfico, no describe escenarios sino escenas, sus personajes carecen de coherencia, sustancia y consistencia. Hagan ustedes la prueba. Intenten reconstruir la vida, personalidad, hábitos, etc de cualquiera de sus personajes. Por ejemplo: la protagonista o su ex-marido Lorenzo.
Desordena las piezas del puzzle consciente de que la linealidad dejaría claros los errores y el escaso interés de la historia. Suerte que es bisoño (casi pueril en su inocencia) y carente de recursos que sino nos endilga mil páginas. Aprovecha lo de siempre, incluso abusa de ello: la España de postguerra y de la transición. Lo peor es que no se notan las diferencias entre las diferentes épocas.
Pero si lo habéis leído y os ha gustado, no hay problema, no pasa nada, no es culpa vuestra, no me tengáis rencor. Me alegro que lo hayais disfrutado, siempre ha habido consumidores para los vinos a granel o en tetra brick (Yo soy uno de ellos). Todos sirven para dar un ligero mareo y producir alegría efímera. A mí espero que se me pase pronto la resaca porque ha sido de mal rollo, de reflujo, cefalea y Alka Seltzer.
Lo mejor: Que ya lo he acabado, que he aprendido la lección, que les he visto el plumero a unos cuantos charlatanes que supuestamente saben de libros y escritores.
Frase: Sí, una en latín "Sit tibi terra levis". Un buen epitafio.
Lo peor: Lo cegatos que somos los lectores, lo leves que son los filtros que permiten que este tipo de autores publiquen. Al parecer hasta le han dado un premio (¡Como me dé a mí por competir!) ¡Señores! No vale todo para vender.
Puntuación: 3/10 (porque me han enseñado a no poner ceros)
Benigno F.
PD: Igual estoy equivocado, igual estoy loco o soy un lerdo. Igual necesito un médico.
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