Le tengo manía a este escritor, lo tenía
proscrito desde “Las partículas elementales” que leí nada más publicarse. Me
pareció una solemne tomadura de pelo, me pareció
escrito por un individuo lleno de soberbia y dirigido a un público de
“culturetas” y “progres”, en definitiva de falsos intelectuales, para esos
tipos que habíamos conocido con chanclas y pelo largo de jóvenes y que con el paso del
tiempo se transformaron en directivos trajeados, esos que gritaban de los
primeros en las asambleas universitarias y que vivían en casas con entradas
para el servicio, que conducían un Volswagen Golf. Yo como buen hijo de barrio no los soporto ni los soportaba. Lo dejé sin acabarlo, duerme
el sueño de los justos en algún rincón de mi casa.
Tras leer "Sumisión" pienso que igual fui demasiado sumario, que quizás criticaba todo eso y yo no estaba preparado para
entenderlo, igual tengo que rescatarlo. Pensaré en ello.
"Por mi parte, no estaba muy convencido de que la república y el patriotismo hubieran podido dar algo, aparte de una sucesión ininterrumpida de guerras estúpidas."
Está claro que Houellebecq es un observador
cínico y agriado, quizás por eso me gusta ahora que seguramente está más deseseperanzado.
Dibuja una sociedad europea plana, inculta, que ha abandonado sus raíces, más
dedicada al maquillaje y al culto personal que al intelectual, sin otra línea
de pensamiento que la económica, la tecnológica y la física, en definitiva la
individual. Una sociedad plana, tibia, manejable, sólo preocupada de mantener
el estatus personal, eso que hoy llaman la zona de confort.
Sólo así puede entenderse lo que nos sugiere
su historia que busca revolver y convulsionar, y casi lo consigue de verdad. Su
crítica social es mordaz, no deja títere con cabeza. Las instituciones, como la
Universidad, salen retratadas con crudeza, faltas de rigor y calidad. Los
políticos son grotescos y los intelectuales se miran el ombligo. Resulta
increíble que en la supuesta sociedad de la información estemos tan mal
informados, yo le llamaría la sociedad de la manipulación.
"La humanidad no me interesaba, hasta me asqueaba, no
consideraba ni remotamente a los humanos mis hermanos, y menos aún si
pensaba en esa fracción más restringida de la humanidad que constituían,
por ejemplo, mis compatriotas o mis antiguos colegas."
El protagonista es un minusválido sentimental,
culto y observador, pero imbécil en lo de relacionarse y así acaba al final,
aceptando el gregarismo como muleta emocional. Este tipo de individuos abundan,
capaces de mutar sus ideas con facilidad (véase las acciones de algunos
políticos, artistas o simplemente de muchos de nuestros conocidos incluidos
nosotros mismos), de adaptar sus ideas a los cambios sin cambiar de gesto ni
disimular. Identificar al personaje con el autor sería lo normal, pero me niego
a hacerlo porque tendría que odiarlo, y si fuera verdad que es así, asciende en
mi consideración al reconocerlo por escrito.
"La nostalgia no es un sentimiento estético, ni siquiera está ligada al recuerdo de la felicidad, se siente nostalgia de un lugar simplemente porque uno ha vivido allí, poco importa si bien o mal, el pasado siempre es bonito y también el futuro, solo duele el presente y cargamos con él como un absceso de sufrimiento que nos acompaña entre dos infinitos de apacible felicidad."
La historia se desarrolla en un futuro tan
cercano que es casi presente, tiene dos mitades. En la primera todavía hay
algún atisbo de rebeldía, de búsqueda en el protagonista y en la sociedad, al
mismo tiempo bullen cambios en la política relatados de forma muy interesante,
y analizados desde la visión de los escasos personajes que entran y salen de
escena. Quizás son innecesarias las escenas de sexo explícito, no son precisas para la narración, aunque sean excitantes.
En la segunda mitad queda más diluida, o más bien, ya está aceptada una
nueva realidad política y todo se reduce a la realidad individual, nuevamente
por encima de la social, ahí el relato baja en intensidad novelística e intenta
cobrar cuerpo en lo intelectual, aunque me sobran las referencias gastronómicas
exageradas (¡Que obsesión tienen algunos escritores con ellas!) y la
hipocondría del personaje (que, esa sí, parece reflejar bastante la de su
creador). Se queda un poco a medio camino y cierra el telón en el que parece el
punto más interesante para empezar.
En resumen, una novela que no dejará
indiferente a nadie y que dará que pensar. Aceptación o rebeldía, sumisión o
reclusión, estupidez o inteligencia. No sé cuál es la mejor combinación. Leerla
vale la pena aunque sólo sea para cambiar por unos momentos de color de
cristal. Si es la mejor o la peor de él no puedo comparar. Esta, por lo menos,
la he llegado a acabar. Diría que me ha gustado.
Benigno F.
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