Esta es la segunda novela que leo de este escritor con su nombre real y viene a confirmar lo que ya pensaba: escribe muy bien, describe perfectamente las situaciones y los estados de ánimo, pero me aburre hasta límites insospechados. Le falta algo, una chispa que yo encuentro en otros autores y que él en mí no prende. Prefiero a su sosías Benjamin Black.
Esta novela no es fácil, son pensamientos muy íntimos en tiempos desordenados, deshilachados, parecen emitidos por alguien desde su lecho de muerte o como mínimo muy enfermo, febril, en esas situaciones en las que las ideas van rebotando de un lado a otro sin orden ni concierto. Esto es lo que le pasa a nuestro protagonista que narra en primera persona todo lo que piensa. En realidad está muy triste por una pérdida, siempre lo ha estado, pero durante un tiempo no se dió mucha cuenta parapetado en los quehaceres y en otras personas.
Iba a bajar el pulgar en mi veredicto final pero...en verano yo también me pongo triste, otros tienen la depresión primaveral, yo la tengo estival, añoro otros tiempos, tengo nostalgia de los juegos en la calle, de esos pocos años que parecían felices aunque en realidad no lo eran. Por eso yo pensaba impasible que esta novela no había llegado a calarme, la veía en exceso sentimental con un personaje egoísta enrededo todas las páginas con su yo, en algunas cosas diría que demasiado parecido a mí, hasta que he llegado al final y he recordado.
Mala época el verano para esta novela porque al final me ha subido la pena como una oleada o como cuando sube mucho el nivel del agua al sumergirte en una bañera y amenaza con ahogarte. Así que de momento dejo el pulgar indiferente y me vuelvo unos días a Galicia.
Comentarios
Publicar un comentario