No. Este libro no lo he leído esta noche. He necesitado unos cuantos días para leerlo, para paladearlo, porque este es de los libros que se disfrutan sin prisa, de esos pocos en que la historia fluye de forma natural y bastante armoniosa, construido con mimo y maestría. También he necesitado unos días de reposo para poder hablar con propiedad de ello y en ese intermedio me he leído otro.
He seguido a Richard Ford desde hace más de treinta años, he leído casi todas sus novelas. Por suerte no es muy prolífico, me atrevería a decir que es lo suficiente y que casi nunca me ha decepcionado. En sus últimas novelas se le notaba agotado, a veces un poco repetitivo, dando rodeos a las ideas hasta llegar al centro, probablemente porque su personaje recurrente (Frank Bascombe) se ha ido haciendo mayor conmigo y con él y a todos nosotros nos va poco a poco titilando la luz vital desde la energía inquieta de la juventud a la quietud permanente y violeta pero cada vez más pequeña de la avanzada madurez.
En "Canadá" esa llama vuelve a estar viva porque el relato viene desde una óptica casi adolescente. La de un niño que se ha hecho hombre y retrocede para contarlo todo con una mirada joven. Y ese simple detalle convierte esta trama en mucho más interesante. El experto que cuenta todo como lo sintió de joven pero con la capacidad de interpretación que sólo ofrece la perspectiva del tiempo. Habla de la vida ahora que ya sabe lo que es, con la voz de la experiencia y la tranquilidad que da, con la sabiduría que da el conformarse pero entendiendo la antigua (y callada) rebeldía adolescente.
Así, esta novela que podría haber sido una vertiginosa trama policíaca en otras manos, desvela todos sus secretos desde el principio, sin aparente suspense.Va a haber un atraco, de hecho hay un atraco, mejor dicho ya lo ha habido, pero nos lo relatan una vez todo ha pasado, con el crimen resuelto y los culpables encarcelados, de una forma tan sencilla, tan cotidiana que parece que no haya pasado. Unas personas normales a las que se les tuerce y enreda la vida y cuanto más tiran de ella más les aprietan los nudos. Sólo se percibe la tensión en el aire, sólo la notan los sensibles, como el joven (ahora viejo) que relata su inquietud con la tranquilidad que se tiene desde el conocimiento de lo acontecido. Parece que no pasa nada, pero pasa y nosotros lo percibimos en las letras como ese niño lo percibe en el aire.
Esa percepción es el secreto de la grandeza de los buenos escritores que transforman palabras en sensaciones y sentimientos a flor de piel. Como lo hace Richard Ford que va viendo como pasa el tiempo y consciente de que va quedando poco va apurando con cortos sorbos esa buena copa que procede de los barriles más antiguos. Una copa amarga y embriagadora, loca y sin sentido, pero así es la vida amigos. Por eso, esta novela hay que leerla.
Benigno F.
PD: Tengo un montón de pasajes señalados y de frases para compartir con vosotros, pero casi mejor que cada cual se elija las suyas... Bueno, igual me lo pienso y dentro de unos días añado algunas.
He seguido a Richard Ford desde hace más de treinta años, he leído casi todas sus novelas. Por suerte no es muy prolífico, me atrevería a decir que es lo suficiente y que casi nunca me ha decepcionado. En sus últimas novelas se le notaba agotado, a veces un poco repetitivo, dando rodeos a las ideas hasta llegar al centro, probablemente porque su personaje recurrente (Frank Bascombe) se ha ido haciendo mayor conmigo y con él y a todos nosotros nos va poco a poco titilando la luz vital desde la energía inquieta de la juventud a la quietud permanente y violeta pero cada vez más pequeña de la avanzada madurez.
En "Canadá" esa llama vuelve a estar viva porque el relato viene desde una óptica casi adolescente. La de un niño que se ha hecho hombre y retrocede para contarlo todo con una mirada joven. Y ese simple detalle convierte esta trama en mucho más interesante. El experto que cuenta todo como lo sintió de joven pero con la capacidad de interpretación que sólo ofrece la perspectiva del tiempo. Habla de la vida ahora que ya sabe lo que es, con la voz de la experiencia y la tranquilidad que da, con la sabiduría que da el conformarse pero entendiendo la antigua (y callada) rebeldía adolescente.
Así, esta novela que podría haber sido una vertiginosa trama policíaca en otras manos, desvela todos sus secretos desde el principio, sin aparente suspense.Va a haber un atraco, de hecho hay un atraco, mejor dicho ya lo ha habido, pero nos lo relatan una vez todo ha pasado, con el crimen resuelto y los culpables encarcelados, de una forma tan sencilla, tan cotidiana que parece que no haya pasado. Unas personas normales a las que se les tuerce y enreda la vida y cuanto más tiran de ella más les aprietan los nudos. Sólo se percibe la tensión en el aire, sólo la notan los sensibles, como el joven (ahora viejo) que relata su inquietud con la tranquilidad que se tiene desde el conocimiento de lo acontecido. Parece que no pasa nada, pero pasa y nosotros lo percibimos en las letras como ese niño lo percibe en el aire.
Esa percepción es el secreto de la grandeza de los buenos escritores que transforman palabras en sensaciones y sentimientos a flor de piel. Como lo hace Richard Ford que va viendo como pasa el tiempo y consciente de que va quedando poco va apurando con cortos sorbos esa buena copa que procede de los barriles más antiguos. Una copa amarga y embriagadora, loca y sin sentido, pero así es la vida amigos. Por eso, esta novela hay que leerla.
Benigno F.
PD: Tengo un montón de pasajes señalados y de frases para compartir con vosotros, pero casi mejor que cada cual se elija las suyas... Bueno, igual me lo pienso y dentro de unos días añado algunas.
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