Segunda novela de esta serie sobre los detectives Hernández de la catalana Rosa Ribas (ya me he leído las cuatro, pero voy retrasado en las entradas). Esta familia disfuncional, dotada de gran inteligencia para resolver los problemas de los demás, pero con escasos recursos para resolver los propios.
La autora tiene un gran acierto en no centrar sus novelas solo en la trama investigadora, sino que añade con gran habilidad el estudio de los perfiles psicológicos de toda la familia y sus cercanos. Y es precisamente ese aderezo el que engancha al lector más allá de los interesantes vericuetos de sus diversas investigaciones y pese a que repite protagonistas y ambiente, el lector se sumerge con agrado en las mismas aguas y las nada con deleite porque la temperatura del agua es ideal y el clima invita a ello.
Todos los personajes están perfectamente estructurados en su presente y pasado (este a veces solo vislumbrado) y tienen interés e historia propios (y eso es un gran acierto).
En esta entrega, la hija pródiga, Nora, ha vuelto a la familia y a la agencia, con su interés obsesivo por el conocimiento que aporta la investigación. No tiene interés en usarlo en beneficio propio, solo tiene ansia por averiguar, por saber más del mundo en que se mueve.
Los otros hijos (Amalia y Marc) también se ven afectados por ese ansia, cada uno en su medida, cada uno con sus cargas, especialmente derivadas de su relación maternal.
En esta novela, investigan el suicidio de una adolescente y ese hilo conductor, esa obsesión por saber les lleva a las peores consecuencias y sacan cada uno de ellos, lo mejor y lo peor.
Con todo ello, llevan a lector (por lo menos a mi) a pensar sobre su propia vida, sobre los defectos propios y virtudes, y sobre sus relaciones.
La redacción es exquisita y me confirma en mi primera impresión con su anterior novela: esta escritora tiene la mejor madera como novelista y es merecedora de mayor preeminencia en el mundo de la novela negra.
Seguiremos con el resto de novelas, pero ya les adelanto que las restantes (como les he dicho, ya la he leído) no disminuyen la calidad, ni el interés y dejan con ganas de conocer mejor a estos desventurados y sus peripecias que, aunque se les desea lo mejor, son bastante coincidentes con los avatares de la vida.
Benigno F.
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