En alguna lista de recomendaciones de libros de fantasía me encontré éste. No sé porqué pero las historias de dragones incitan mis peores prejuicios, pero no me dejé vencer por ellos y me hice con una copia en formato e-book.
Como ya esperaba, hay un héroe, hay una maga y un dragón, por supuesto, pero son terrenales, llenos de defectos, nada que ver con los cuentos de hadas. También hay un príncipe, temeroso y con gafas y por supuesto una madrastra ambiciosa y malvada. Y hay poca acción y relativamente poca magia, todo se llena con la de las palabras y he reconocer que son de buena factura. La historia está tallada con precisión y elegancia. Ello permite que esta obra pueda ser admirada por cualquiera. No importa la edad, condición ni prejuicios, como es mi caso.
La novela es de 1985 y eso, a mis ojos, le hace ganar entidad porque no tiene tantas referencias en las que mirarse y repetirse como otras más recientes. La acción, lejos del vértigo habitual en este tipo de narraciones, es pausada, se desliza de forma suave, como un río, caudaloso pero en sus partes finales, nada de cascadas y remolinos.
La construcción, ahora vista de lejos, es magnífica y sencilla, nada de arabescos ni adornos innecesarios. Los personajes tienen solidez y no son necesariamente complicados. No hay mensajes trascendentes, la autora no los precisa, ni elevados aprendizajes.
Y así, suavemente acunados por esa corriente, se llega a la desembocadura final, sencilla y a la vez bella. Sin necesidad de continuación en agotadoras trilogías. No necesitamos saber nada más allá de la vida de los personajes, no hay banquetes, ni emocionantes despedidas. Todo se diluye, como cuando ese río llega al mar y solo de lejos, subidos a un otero, vemos la delgada franja que separa el agua salada de la fluvial.
Vale la pena (creo yo), mucho más que otras elaboradas entre florituras y triples saltos mortales carpados con tirabuzón.
Benigno F.
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