Le tenía muchas ganas a esta renombrada obra de John Bart y esas ganas se han visto recompensadas por la grandeza de la obra que, no tengo dudas en calificar como de clásico. Reúne todos los ingredientes de la gran novela clásica y aunque está escrita en el siglo XX, desprende un aroma antiguo que la acerca mucho a las narraciones de Dickens o Dumas, por poner algún ejemplo.
Concebida como el cierre de su trilogía nihilista iniciada con "La ópera flotante" y "El fin del camino", toma como protagonista a un poeta inglés: Ebenezer Cooke y a través de su azarosa vida, su inocencia, en ocasiones cercana a la imbecilidad que le lleva a situaciones rocambolescas, a veces similares a skechts humorísticos, critica de forma ácida la sociedad y las absurdas ambiciones del ser humano por lo que el texto está repleto de ironía y sarcasmo.
La lectura de esta obra te lleva constantemente a echarte las manos en la cabeza al darte cuenta de el candor del personaje principal y como es movido como si fuera una marioneta por los hilos de la mayor parte de los personajes que lo rodean.
La acción transcurre en el siglo XVII y las circunstancias históricas que rodean la colonización anglosajona de Norteamérica y aunque los acontecimientos desgraciados que le acontecen a nuestro personaje principal son enrevesados, resultan verosímiles. Está llena de sabiduría, de referencias literarias clásicas y también tiene una acción y ritmo que mantienen la atención del lector de forma constante. Hay personajes, historias e intrahistorias, entre las que destaca la búsqueda del diario de Burlingame.
Nuestro héroe se asemeja mucho a un Quijote (no lo digo yo, sino que, con razón lo dicen muchos de sus comentaristas), iluso, torpe, empeñado en permanecer virgen y poeta bastante malo, aunque, para mí, su Sancho Panza es cambiante, porque siempre va acompañado de alguien que da el contrapunto una visión más realista para sus acciones atolondradas y que se enreda de forma constante en las aspas de los molinos de todos los que pretenden aprovecharse.
Es una obra para leer varias veces. Como mínimo tres. La primera es para conocer la historia, la segunda para saborearla y la tercera para interiorizarla. Si la tienen en papel ármense de lápiz para subrayado, de papel para tomar notas. Yo no he podido porque la tengo en formato e-book y esos subrayados compartidos con otros no me gustan. Así que creo que tendré que comprarla en papel para darme el gusto de leerla en pequeñas dosis, de dejarla como libro de cabecera y de acudir a algunos pasajes como misal o antídoto contra la estupidez que nos rodea.
Aquí les dejo una muestra del capítulo en que se produce una competición pantagruélica para decidir el candidato a desflorar a una princesa india.
“Comenzó entonces Attonce a darse de palmotadas en la panza con el fin de despertar un mayor apetito de viandas y, en viéndolo, otro tanto hizo Burlingame, hasta que el estruendo de las tripas de uno y otro resonó por sobre las ciénagas como fragor de volcán. Acto seguido, Attonce, cruzado de piernas, dio en rebotar con las posaderas sobre el suelo, para agradar aún más su apetito; hizo otro tanto Burlingame que no daba cuartel a su rival, y la misma tierra entremecíase bajo el peso de sus espantables traseros. […] Y ansí estuviéronse un buen espacio, efectuando numerosos rituales con que azuzaban el hambre, en tanto nuestra compañía los observaba, atónita, sin saber qué estaban presenciando, e los salvages batían palmas e danzaban en derredor, y Pokatawetussan miraba con lascivia a uno y otro rival.”
En definitiva, si son amantes de la literatura, si les gusta pensar y a la vez entretenerse, si no le tienen miedo a los libros de más de mil páginas, deberían leer esta novela y probablemente releerla.
Benigno F.
Un libro enorme, una de mis mayores satisfacciones como lector.
ResponderEliminarSiempre ando con ganas de volver a meterme en él, me lo pensaré de nuevo.
Gracias