De Manuel Chaves Nogales me había leído la biografía de Juan Belmonte y me pareció magnífica recomendable incluso para los que no son amantes de los toros, probablemente algún antitaurino entendería algún porqué de la tauromaquia más allá del sacrificio cruento de los animales. Seguramente muchos de ellos se sorprenderían al comprobar que este ritual pertenece al pueblo y no a los señoritos, que carece de colores políticos y si los tiene, son más demócratas de lo que todos piensan. Pero esto es otro tema que hoy no toca y yo solo me declaro taurino por llevar la contraria y, como hoy en día está mal visto, yo me inclino por la tauromaquia, igual que fui antitaurino cuando era espectáculo de masas, se enseñoreaban en los palcos advenedizos bien vestidos, con Cohibas y ganas de dar palmas.
Este libro que nos ocupa, aunque por el título no lo parezca, es un libro de historia y relata la convulsa época de la revolución rusa. El maestro Juan Martínez no es profesor sino bailarín de flamenco y sobre todo fiel enamorado de su Sole a la que defiende a capa y espada, arriesgando incluso la vida en ello.
Cuentan que Chaves Nogales coincidió con el bailaor en Paris y éste le contó sus andanzas. Sus notas, claras y concisas, con lenguaje del pueblo, con una imparcialidad que envidiaría cualquier periodista nos permiten repasar la historia. Juan Martínez relata con ojos (no siempre inocentes) los desmanes de unos y otros, bolcheviques y zaristas, aficionados y profesionales en dar órdenes y abusar del prójimo. El protagonista no tiene ideología política o si la tiene es la que le viene mejor en cada momento, sus únicas leyes son buscarse la vida para comer y sobrevivir y lo consigue pero con muchas dificultades, a veces tocando las castañuelas, otras haciendo de croupier e incluso robando cuando hay menester de ello.
Acabado el relato no sé si he leído una novela, una biografía o una crónica de un periodista infiltrado, pero de lo que sí estoy seguro es que se trata de un libro magno que enseña, entretiene y deja huella. Me va a pasar como con el de Belmonte y lo voy a tener cerca en la biblioteca porque nunca se sabe cuando uno tendrá que volver a leerlo o a prestarlo (siempre con papeles que aseguren su devolución) y eso me pasa pocas veces y con pocos autores y Chaves Nogales, casi olvidado durante años, se lo ha ganado, porque sin florituras, sin apenas acrobacias o escorzos consigue algo muy difícil: emocionarme.
"¡Quién sabe si las porteras tienen razón y hay más humildad en ese viejo folletín de la hija perdida para sus padres que en todo el horror de esa guerra y esa revolución, tan inhumanas que nadie cree que sean verosímiles! Acaso no se deba superar la medida de lo humano."
Así acaba el libro como para quitarle importancia a la crudeza de lo sucedido en la historia y reflejado con palabras, y devolverle la preponderancia a los dramas personales que para el corazón de los protagonistas suelen ser más importantes. No sé porqué, pero vuelvo a pensar en Belmonte (por el sentimiento) y en la tauromaquia (por la crudeza). Seguramente es porque los sentimientos tibios no me van y sólo aprecio los extremos.
Benigno F.
Chaves Nogales es un periodista que sobrecoge. Escribe con la nitidez que precisa su oficio y, además, tiene una visión preclara para juzgar los acontecimientos que, en la Guerra Civil ("A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España") o en la WWII ("La agonía de Francia"), ponen los pelos de punta.
ResponderEliminarGracias.
Gracias por tu comentario Alberto. Obviamente tomo nota de las obras que mencionas y vista la calidad de Chaves Nogales y (sobre todo) su independencia e imparcialidad de la que deberían aprender algunos periodistas de hoy en día, me pondré con ello en cuanto pueda.
EliminarSoy partidario de Chaves Nogales (lo descubrí, curiosamente, gracias a Baroja y sus Memorias), y también de la tauromaquia. Su libro sobre Belmonte, como bien comentas, es magnífico, aunque eso es fácil decirlo para un taurino como servidor. Leí no hace mucho su "La Ciudad" y me convenció, de nuevo, de su calidad como narrador instantáneo y clarividente de la España de la época.
ResponderEliminarMuy meritoria entrada.
Saludos,
JdG
Gracias Javier. Me alegra que todavía quede algún taurino en la red y que tenga el valor de reconocerlo, por esa condición me permito recomendarte "Cúbrelo de luces" de Alain Montcouquiol, bellísima crónica de la vida de Nimeño II contada por su hermano.
EliminarUn saludo
Agradecido por la recomendación. Me haré con él.
ResponderEliminarSaludos,
JdG