Cormac McCarthy tiene una reputación ganada a pulso, probablemente muy merecida, también muy relacionada con las buenas adaptaciones cinematográficas de sus novelas, pero no podemos calificar a sus novelas como fáciles o convencionales. Sus argumentos podrían encajar perfectamente como comerciales, como novela negra incluso, pero sus planteamientos y sus desarrollos lo hacen imposible.
En este caso que nos ocupa la historia está en la cabeza del escritor y en la de sus personajes y en la del entorno que actúa como si fuera un personaje más. Como es habitual en él, McCarthy evita hacer una novela fácil, lineal, donde el tiempo sea un continuo, hayan capítulos claramente diferenciados y los personajes sean fácilmente identificables cuando hablen y/o actúen. Le hubiera quedado una muy buena historia especialmente por su habilidad con la prosa, en cambio ha preferido hacerla difícil para el lector, obligarle a estrujarse el cerebro en medio de magníficas frases y que él vaya armando su propia historia más allá de las intenciones de la urdida por el propio artista. De esta manera el lector se implica como creador y la deriva final del argumento es individual. Pero para todo ello hay que llegar al final y estoy seguro de que muchos no lo consiguen y pueden abandonar la lectura a mitad porque no entienden más que algunas partes y cuando creen que se orientan se vuelven a perder en ese supuesto "vergel" que es más bien una selva a la que enfrentarse con machete y buena vestimenta.
Las descripciones son extraordinarias, sólo al alcance de alguien que ha estado quieto y mirando con ojos incisivos las cosas y las personas.
Lo relatado es de tal fuerza que te engancha, pero se queda constantemente a medias y se hace muy difícil encontrar un hilo conductor porque al narrador no le ha dado la gana mostrarlo. Es difícil encajar las piezas y por eso obliga a retroceder unos pasos al acabarla para observar el conjunto y asentir reconociendo que vale la pena leerla o incluso releerla.
Benigno F.
En este caso que nos ocupa la historia está en la cabeza del escritor y en la de sus personajes y en la del entorno que actúa como si fuera un personaje más. Como es habitual en él, McCarthy evita hacer una novela fácil, lineal, donde el tiempo sea un continuo, hayan capítulos claramente diferenciados y los personajes sean fácilmente identificables cuando hablen y/o actúen. Le hubiera quedado una muy buena historia especialmente por su habilidad con la prosa, en cambio ha preferido hacerla difícil para el lector, obligarle a estrujarse el cerebro en medio de magníficas frases y que él vaya armando su propia historia más allá de las intenciones de la urdida por el propio artista. De esta manera el lector se implica como creador y la deriva final del argumento es individual. Pero para todo ello hay que llegar al final y estoy seguro de que muchos no lo consiguen y pueden abandonar la lectura a mitad porque no entienden más que algunas partes y cuando creen que se orientan se vuelven a perder en ese supuesto "vergel" que es más bien una selva a la que enfrentarse con machete y buena vestimenta.
Las descripciones son extraordinarias, sólo al alcance de alguien que ha estado quieto y mirando con ojos incisivos las cosas y las personas.
Lo relatado es de tal fuerza que te engancha, pero se queda constantemente a medias y se hace muy difícil encontrar un hilo conductor porque al narrador no le ha dado la gana mostrarlo. Es difícil encajar las piezas y por eso obliga a retroceder unos pasos al acabarla para observar el conjunto y asentir reconociendo que vale la pena leerla o incluso releerla.
Benigno F.
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