Hace unos días me preguntaron algún criterio para seleccionar libros buenos. Me quise hacer el interesante y dije: "Que tengan al menos cincuenta años". ¡Pues no, listo! Este apenas tiene treinta y debo calificarlo como bueno, incluso como excelente. Y eso que ya sabéis que me cuestan los halagos, pero en este caso, no me duelen prendas en regalarlos. No tengo ninguna duda en recomendarlo. Para complementar, la edición de "Impedimenta" es de suma elegancia, bonito y manejable e incluso con un marcador de páginas a modo de tarjeta reproduciendo la ilustración de portada. Cuando lo tuve en la mano el nombre del traductor acabó por convencerme, porque no lo tenía claro, demasiadas alabanzas corren por ahí para no ser desconfiado.
No me voy a extender mucho con mis elogios. Sólo deciros que lo puede leer cualquiera, que no hace falta paladar exquisito, ni experiencia, ni ganas de sacar conclusiones trascendentales, pero incluso a aquellos a los que les parece imprescindible este último criterio también les complacerá.
Yo lo he leído con el uniforme de explorador puesto incluido el salacot, aunque al poco me he dado cuenta de su inconveniencia ante la sublime estupidez del pionero descrito, en contraste franco con la sabiduría llana y la picardía del pueblo. También me he puesto el de inglés del siglo XIX, pero también era muy inadecuado para nadar entre la podredumbre y el fango de la miseria. Entre tanta mala suerte que supongo a algunos les hace sonreir y a mí me deja espeluznado. Son tan irónicas y absurdas las situaciones que es muy probable que sean más cercanas a la realidad histórica que las de las crónicas. Porque lo aquí relatado tiene su base en el pasado, aunque el autor lo deforma convenientemente para sus propósitos literarios y consigue hacer una historia que no dejará impávido a nadie, que dejará pegados los dedos a las páginas y que impedirá soltarlo.
Suerte que a mis criterios no le añadía aquello de: "Que tenga menos de quinientas páginas". Si lo llego a hacer hago más ridículo que la "Campanario" diciendo que es médico.
Una novela imprescindible para aventureros y caminantes y para todos los que nos creemos superiores, o más listos o más pícaros que el resto. Incluso interesante como lectura para los jóvenes en el instituto. A ver si algún maestro me hace caso.
Benigno F.
No me voy a extender mucho con mis elogios. Sólo deciros que lo puede leer cualquiera, que no hace falta paladar exquisito, ni experiencia, ni ganas de sacar conclusiones trascendentales, pero incluso a aquellos a los que les parece imprescindible este último criterio también les complacerá.
Yo lo he leído con el uniforme de explorador puesto incluido el salacot, aunque al poco me he dado cuenta de su inconveniencia ante la sublime estupidez del pionero descrito, en contraste franco con la sabiduría llana y la picardía del pueblo. También me he puesto el de inglés del siglo XIX, pero también era muy inadecuado para nadar entre la podredumbre y el fango de la miseria. Entre tanta mala suerte que supongo a algunos les hace sonreir y a mí me deja espeluznado. Son tan irónicas y absurdas las situaciones que es muy probable que sean más cercanas a la realidad histórica que las de las crónicas. Porque lo aquí relatado tiene su base en el pasado, aunque el autor lo deforma convenientemente para sus propósitos literarios y consigue hacer una historia que no dejará impávido a nadie, que dejará pegados los dedos a las páginas y que impedirá soltarlo.
Suerte que a mis criterios no le añadía aquello de: "Que tenga menos de quinientas páginas". Si lo llego a hacer hago más ridículo que la "Campanario" diciendo que es médico.
Una novela imprescindible para aventureros y caminantes y para todos los que nos creemos superiores, o más listos o más pícaros que el resto. Incluso interesante como lectura para los jóvenes en el instituto. A ver si algún maestro me hace caso.
Benigno F.
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