En verano siempre me salen encargos. Siempre hay algún "primo" que paga para asegurarse de la calidad de lo que regala o le han regalado, que busca que yo le dé las palabras necesarias para calificar esa obra que ha caido en sus manos. Esta vez el "recado" me lo han dado un par de hermanos que lo han recibido en Bilbao. Espero que lo que paguen esté bien porque el precio del libro no es precisamente económico que digamos.
De entrada, cuando leí la sinopsis de la contraportada iba pensando en : "Nada nuevo", aunque la frase final me dejó pensando.
Empecé el libro y me iba casi entusiasmando. La historia sube, fluye, pero luego se detiene, no avanza, se estanca, y lo estancado huele a podrido, y así está durante algunas páginas hasta que retoma el hilo pero ya sin tensión, ya no remonta nunca más el aburrimiento.
El primer final es brusco, pero no es el final, sigue, de entrada de modo incomprensible, en una segunda parte con algunos párrafos que no se acaban de entender (fruto de la traducción diría) entre otros muy destacados. Perdemos el hilo para luego retomarlo. Da la sensación de que el escritor toma conciencia de que le faltan páginas por rellenar para cobrar el contrato. En ese punto, yo no lo he dejado por el mismo motivo, por compromiso, esperando cobrarlo.
Por suerte luego mejora, pero sin acabar de redondearlo, flotando siempre una sensación de discurso innecesario, como si el autor quisiera darnos por escrito las reflexiones y conclusiones a las que deberíamos haber llegado. DeLillo tiene claro el giro histórico reciente del ser humano hacia lo descerebrado y se obsesiona en comunicarlo preocupado porque no nos dé tiempo a estudiarlo porque pronto o no habrá historia o ésta se habrá modificado.
En esa segunda parte el libro se transforma de una historia de cuando el ser humano se aburre o no ve salida e intenta ser Dios, dibujando un futuro aterrador en el que por tu bien no te dejan morir del todo, esperando ser resucitado, a el tradicional dilema entre la vida y la muerte de las personas cuando olvidamos que una no tiene sentido sin la otra.
"Pues nunca le sucederá al hombre peor en la muerte que en donde habrá la misma muerte sin muerte" San Agustín.
Lo que en realidad le pasa a esta novela y a su escritor es que no va de lo que parece, va de odio y de necesidad de comprensión, va de personalidad, va de obsesiones y compulsiones, escribe sobre un inadaptado que ya se cuestiona de por sí la vida después de haber vivido bastante tiempo y por eso se ve reflejado en su empeño en odiar a su padre y no reconocerlo y en las referencias cíclícas y constantes a la madre. Por suerte al final, nuestro protagonista todavía se maravilla con algo tan simple como la luz del sol... Yo también lo hago.
La verdad es que no sé decir si me ha gustado, creo que no, sobre todo porque no me gusta que me engañen y el argumento de la obra es una simple argucia para vender y para endilgarnos otra cosa. Algo tan antiguo como el ser humano: la duda filosófica.
"Nacemos sin haber decidido existir. ¿Tenemos que morir de la misma forma?" "¿Qué sentido tiene vivir si al final no morimos"
Benigno F
De entrada, cuando leí la sinopsis de la contraportada iba pensando en : "Nada nuevo", aunque la frase final me dejó pensando.
Empecé el libro y me iba casi entusiasmando. La historia sube, fluye, pero luego se detiene, no avanza, se estanca, y lo estancado huele a podrido, y así está durante algunas páginas hasta que retoma el hilo pero ya sin tensión, ya no remonta nunca más el aburrimiento.
El primer final es brusco, pero no es el final, sigue, de entrada de modo incomprensible, en una segunda parte con algunos párrafos que no se acaban de entender (fruto de la traducción diría) entre otros muy destacados. Perdemos el hilo para luego retomarlo. Da la sensación de que el escritor toma conciencia de que le faltan páginas por rellenar para cobrar el contrato. En ese punto, yo no lo he dejado por el mismo motivo, por compromiso, esperando cobrarlo.
Por suerte luego mejora, pero sin acabar de redondearlo, flotando siempre una sensación de discurso innecesario, como si el autor quisiera darnos por escrito las reflexiones y conclusiones a las que deberíamos haber llegado. DeLillo tiene claro el giro histórico reciente del ser humano hacia lo descerebrado y se obsesiona en comunicarlo preocupado porque no nos dé tiempo a estudiarlo porque pronto o no habrá historia o ésta se habrá modificado.
En esa segunda parte el libro se transforma de una historia de cuando el ser humano se aburre o no ve salida e intenta ser Dios, dibujando un futuro aterrador en el que por tu bien no te dejan morir del todo, esperando ser resucitado, a el tradicional dilema entre la vida y la muerte de las personas cuando olvidamos que una no tiene sentido sin la otra.
"Pues nunca le sucederá al hombre peor en la muerte que en donde habrá la misma muerte sin muerte" San Agustín.
Lo que en realidad le pasa a esta novela y a su escritor es que no va de lo que parece, va de odio y de necesidad de comprensión, va de personalidad, va de obsesiones y compulsiones, escribe sobre un inadaptado que ya se cuestiona de por sí la vida después de haber vivido bastante tiempo y por eso se ve reflejado en su empeño en odiar a su padre y no reconocerlo y en las referencias cíclícas y constantes a la madre. Por suerte al final, nuestro protagonista todavía se maravilla con algo tan simple como la luz del sol... Yo también lo hago.
La verdad es que no sé decir si me ha gustado, creo que no, sobre todo porque no me gusta que me engañen y el argumento de la obra es una simple argucia para vender y para endilgarnos otra cosa. Algo tan antiguo como el ser humano: la duda filosófica.
"Nacemos sin haber decidido existir. ¿Tenemos que morir de la misma forma?" "¿Qué sentido tiene vivir si al final no morimos"
Benigno F
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