Invernal, gélida, congelada y grisácea. Así es esta novela a la que el título le viene como anillo al dedo. Los paisajes siempre parecen en ese blanco y negro o escala de grises invernal. Igual que la mente del Comisario Adamsberg al que le cuesta bastante deshacer los enredos. Aunque al final siempre lo consigue. De una forma a veces sorprendente, porque parece algo despistado, incluso un poco precipitado en sus reacciones, hay que reconocerlo.
Llevo siguiendo a Fred Vargas (que es una mujer y francesa para más señas) desde "El hombre de los círculos azules" y reconozco que siempre me atrapa, me encierra en ese submundo (a veces poco creíble) pero atrayente y ahí encerrado paso pocos días porque hay que buscar siempre la liberación del calabozo y, por eso, no me duran nada sus novelas. He leído un buen número de ellas y en todas he encontrado detalles excepcionales, aunque no todas son perfectas.
Esta tampoco lo es pero, en el panorama actual, destaca sobremanera. Algunos defectillos de edición: unos "arboles" sin acento, la ausencia de alguna letra en alguna palabra, el uso de la palabra "apencar" que, aunque correcta, me parece poco probable que la utilize una mujer de campo, poco leída probablemente y que se cita con un cartero. Algunas incoherencias en la trama: detalles médicos, incluso algunos policiales, increíbles memorias en algunos personajes, comportamientos animales poco probables.
Aún así, es una gran novela. Te lleva de un lado a otro sin tú saberlo, en realidad estás siguiendo las trampas que el asesino ha preparado para despistar a la policía. Está uno pendiente de Islandia y se empeñan en torcer a la Revolución Francesa (ahí reconozco que me he aburrido un poco), pero el volante de la directora (escritora) rápidamente vira y te pone en vereda y así desde la mitad al final estás incapacitado para parar (o yo por lo menos lo he estado).
De la trama no os digo nada. Sólo considero que hay que leerla, esta novela o cualquiera de esa francesa con supuesto apellido españolizado que marca de maravilla la diferencia.
Gracias al que me la regaló para mi cumpleaños.
Benigno F.
Llevo siguiendo a Fred Vargas (que es una mujer y francesa para más señas) desde "El hombre de los círculos azules" y reconozco que siempre me atrapa, me encierra en ese submundo (a veces poco creíble) pero atrayente y ahí encerrado paso pocos días porque hay que buscar siempre la liberación del calabozo y, por eso, no me duran nada sus novelas. He leído un buen número de ellas y en todas he encontrado detalles excepcionales, aunque no todas son perfectas.
Esta tampoco lo es pero, en el panorama actual, destaca sobremanera. Algunos defectillos de edición: unos "arboles" sin acento, la ausencia de alguna letra en alguna palabra, el uso de la palabra "apencar" que, aunque correcta, me parece poco probable que la utilize una mujer de campo, poco leída probablemente y que se cita con un cartero. Algunas incoherencias en la trama: detalles médicos, incluso algunos policiales, increíbles memorias en algunos personajes, comportamientos animales poco probables.
Aún así, es una gran novela. Te lleva de un lado a otro sin tú saberlo, en realidad estás siguiendo las trampas que el asesino ha preparado para despistar a la policía. Está uno pendiente de Islandia y se empeñan en torcer a la Revolución Francesa (ahí reconozco que me he aburrido un poco), pero el volante de la directora (escritora) rápidamente vira y te pone en vereda y así desde la mitad al final estás incapacitado para parar (o yo por lo menos lo he estado).
De la trama no os digo nada. Sólo considero que hay que leerla, esta novela o cualquiera de esa francesa con supuesto apellido españolizado que marca de maravilla la diferencia.
Gracias al que me la regaló para mi cumpleaños.
Benigno F.
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