Si me hubiera guiado por la biografía del autor, seguro que no me hubiera dignado comprarlo. El autor huele a aristócrata, a poderoso por herencia, a vida fácil. Todas esas cualidades que a los que vienen de la ciénaga (como yo) nos repugnan (aunque en realidad es envidia). También huele a aficionado, a profesional de otra cosa que se dedica a contar sus experiencias, esos también me repelen habitualmente (médicos, abogados, periodistas y cocineros).
Pero el libro me lo han regalado, me lo han puesto en la mano mientras iba paseando por una librería en busca de otra víctima, me lo han susurrado al oído para recomendármelo y para postre me han pedido opinión profesionalizada (por lo menos en lo afilado de los dientes de mi lectura).
Es un libro breve. Por eso seré breve en mi opinión y en mi crónica. No es una novela, es una recopilación de historias. Evidentemente tiene altibajos, pero más alti que bajos, la mayoría de relatos valen mucho la pena. Son tan sencillos que seguramente son verdaderos (o lo parecen). El autor utiliza con habilidad las escenas conocidas, nos deja atónitos con lo fácil que es cometer un crimen, con lo sencillo que es traspasar a veces esa frontera. En ocasiones nos hace compadecer al criminal más de lo que debiera y así, como sin quererlo, el libro te lo ventilas en poco más de una merienda. Y deja un sabor excelente, ese regusto a buen chocolate suizo y pastas con los que te regocijas con muy poca frecuencia. Sencillo, efectivo y que engorda.
Pero el libro me lo han regalado, me lo han puesto en la mano mientras iba paseando por una librería en busca de otra víctima, me lo han susurrado al oído para recomendármelo y para postre me han pedido opinión profesionalizada (por lo menos en lo afilado de los dientes de mi lectura).
Es un libro breve. Por eso seré breve en mi opinión y en mi crónica. No es una novela, es una recopilación de historias. Evidentemente tiene altibajos, pero más alti que bajos, la mayoría de relatos valen mucho la pena. Son tan sencillos que seguramente son verdaderos (o lo parecen). El autor utiliza con habilidad las escenas conocidas, nos deja atónitos con lo fácil que es cometer un crimen, con lo sencillo que es traspasar a veces esa frontera. En ocasiones nos hace compadecer al criminal más de lo que debiera y así, como sin quererlo, el libro te lo ventilas en poco más de una merienda. Y deja un sabor excelente, ese regusto a buen chocolate suizo y pastas con los que te regocijas con muy poca frecuencia. Sencillo, efectivo y que engorda.
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