Voy a ser sincero. No sé que leer. Me parece que me vuelvo a los clásicos. Cada vez que opto por un libro de un escritor moderno me llevo una decepción. Igual soy yo que me paso de exigente, que estoy en modo "insensible". Lo he intentado todo: los libros para inteligentes, los de misterio, los superventas, los calificados como "obras maestras", los de risa, los de tontos. ¡Nada. No hay manera! Me dejan todos frío, empiezo bien y poco a poco me voy aplatanando.
Éste es de un escritor ya veterano y con buenas credenciales. En teoría de los mejor de la literatura inglesa actual, iconoclasta e irónico (¡Anda ya!!!! Digo yo después de este libro).
La cosa promete en cuanto al argumento y, por supuesto, los comentarios de la contraportada apuntan a la excelencia (¡Pura propaganda! Apenas cumple un poco de lo que promete). Igual el libro es gracioso y yo soy un agrio pero tras cincuenta páginas no le veo la gracia solo desgracias y sí es crítico y ácido, pero también un poco fácil.
Y es que el libro comienza de maravilla. Apunta maneras, buen humor, crítica ácida (perfecto todo para mi espíritu). Pero a medida que avanza se desinfla. Los personajes van adquiriendo blandura, incluso los animales de compañía que pasan de fieros y salvajes a tontos e inocentes, para en el final de la novela adquirir un protagonismo que en absoluto merecen.
El supuesto protagonista es Lioneal Asbo. Un pobre imbécil, o quizás no tanto, un tipo merecedor de "Gran Hermano", de los que podría competir con la Esteban o con alguno de esos calvos que a veces salen y no recuerdo el nombre. Un tipo que a mí casi me cae bien, pero poco a poco le voy perdiendo el respeto. Porque mucha violencia y mal lenguaje, pero a éste y a su familia, uno de los clásicos de mi barrio se los merienda en un periquete. En mi barrio vivimos una historia parecida (eso de que le toque la lotería a un descerebrado) y os juro que tiene mucho más jugo (y ninguna gracia) que la aquí relatada. Una vez más confirmo que la realidad siempre es más increíble y supera de largo a la ficción.
Aún así , tiene cierta gracia darnos cuenta de que los ingleses no son todos tipos con bombín que toman té y son extraordinariamente educados, que como en todas partes abundan los imbéciles, los cejijuntos y los atontados.
Benigno F.
Éste es de un escritor ya veterano y con buenas credenciales. En teoría de los mejor de la literatura inglesa actual, iconoclasta e irónico (¡Anda ya!!!! Digo yo después de este libro).
La cosa promete en cuanto al argumento y, por supuesto, los comentarios de la contraportada apuntan a la excelencia (¡Pura propaganda! Apenas cumple un poco de lo que promete). Igual el libro es gracioso y yo soy un agrio pero tras cincuenta páginas no le veo la gracia solo desgracias y sí es crítico y ácido, pero también un poco fácil.
Y es que el libro comienza de maravilla. Apunta maneras, buen humor, crítica ácida (perfecto todo para mi espíritu). Pero a medida que avanza se desinfla. Los personajes van adquiriendo blandura, incluso los animales de compañía que pasan de fieros y salvajes a tontos e inocentes, para en el final de la novela adquirir un protagonismo que en absoluto merecen.
El supuesto protagonista es Lioneal Asbo. Un pobre imbécil, o quizás no tanto, un tipo merecedor de "Gran Hermano", de los que podría competir con la Esteban o con alguno de esos calvos que a veces salen y no recuerdo el nombre. Un tipo que a mí casi me cae bien, pero poco a poco le voy perdiendo el respeto. Porque mucha violencia y mal lenguaje, pero a éste y a su familia, uno de los clásicos de mi barrio se los merienda en un periquete. En mi barrio vivimos una historia parecida (eso de que le toque la lotería a un descerebrado) y os juro que tiene mucho más jugo (y ninguna gracia) que la aquí relatada. Una vez más confirmo que la realidad siempre es más increíble y supera de largo a la ficción.
Aún así , tiene cierta gracia darnos cuenta de que los ingleses no son todos tipos con bombín que toman té y son extraordinariamente educados, que como en todas partes abundan los imbéciles, los cejijuntos y los atontados.
Benigno F.
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