Me piden que escriba de nuevo, que tengo mi público, que me reclama. A mí no me interesan todos esos anónimos que leen estas palabras y no pensaba volver a hacerlo, pero Benigno insiste. Él no puede dedicarle suficiente tiempo. Algo debe tener. Por el barrio dicen que se ha echado novia. Él lo niega con sonrisa maliciosa o sea, asiente (hay que traducir gallego para entenderle). Se ha cortado el pelo, luce la barba lustrosa y en el Lidl la cajera dice que ha comprado ropa interior nueva, que se lleva comida y fruta fresca y que no para de cocinar. En la editorial ni tienen noticias de él. No escribe nada. Un signo inequívoco de que es feliz, porque sólo los desgraciados suelen estar inspirados y a los felices les falta verosimilitud cuando pretenden emocionarnos. Su editor echa chispas porque su desgracia le producía pingües ingresos.
Nos hemos sentado a hablar de ello. Está contento pero como buen gallego desconfía. Son cosas de ese sentido trágico de la vida tan acusado en él. Antes se olvidaba de disfrutar preparándose para cuando llegaran los malos momentos. Ahora habla de la homeostasis de la vida, cree que la cantidad de felicidad del mundo es limitada y la que ahora disfruta es prestada (él dice robada) de alguien rico que la ha perdido por la calle, teme que tarde o temprano la reclamen. De que por su culpa hay un desequilibrio y que igual hay personas que sufren como consecuencia de su bonanza, que se ha planteado alguna vez renunciar.
Yo le he dicho que no se pueden robar esas cosas, tampoco a las personas, porque todo eso no tiene títulos de propiedad. Que esa felicidad que detenta ahora no era de nadie, ni siquiera es suya ahora, que la disfrute, porque tarde o temprano se gastará, que se pueden raptar a las personas pero no robarles ninguna cualidad.
Luego se ha ido por las ramas y me ha preguntado "Eutiquio ¿Tú sabes bailar?". ¿Bailar?... Lo intenté, pero hacía el ridículo. Cuando empieza el baile en las fiestas (las raras veces que acudo), me pongo triste, no soy capaz de participar, no supero ese momento en que se apagan las luces y todos sonríen. Voy retrocediendo hacia la barra, me entran ganas locas de escapar. Casi siempre salgo por la puerta de atrás. Así que la respuesta es muy simple: "No. No sé bailar". Ha asentido cerrando los párpados. "Es que sólo me falta saber bailar". Ha sonreido sabiendo por fin que su felicidad es incompleta, que tiene una arista, que aunque no llega a grieta, por suerte la superficie no es perfecta. Se ha levantado, me ha dado un papel arrugado y ha dicho "Hasta luego" o ¿era "Ahora vuelvo" o "Que me quiten lo bailado"?
Eutiquio Sobrado
Nos hemos sentado a hablar de ello. Está contento pero como buen gallego desconfía. Son cosas de ese sentido trágico de la vida tan acusado en él. Antes se olvidaba de disfrutar preparándose para cuando llegaran los malos momentos. Ahora habla de la homeostasis de la vida, cree que la cantidad de felicidad del mundo es limitada y la que ahora disfruta es prestada (él dice robada) de alguien rico que la ha perdido por la calle, teme que tarde o temprano la reclamen. De que por su culpa hay un desequilibrio y que igual hay personas que sufren como consecuencia de su bonanza, que se ha planteado alguna vez renunciar.
Yo le he dicho que no se pueden robar esas cosas, tampoco a las personas, porque todo eso no tiene títulos de propiedad. Que esa felicidad que detenta ahora no era de nadie, ni siquiera es suya ahora, que la disfrute, porque tarde o temprano se gastará, que se pueden raptar a las personas pero no robarles ninguna cualidad.
Luego se ha ido por las ramas y me ha preguntado "Eutiquio ¿Tú sabes bailar?". ¿Bailar?... Lo intenté, pero hacía el ridículo. Cuando empieza el baile en las fiestas (las raras veces que acudo), me pongo triste, no soy capaz de participar, no supero ese momento en que se apagan las luces y todos sonríen. Voy retrocediendo hacia la barra, me entran ganas locas de escapar. Casi siempre salgo por la puerta de atrás. Así que la respuesta es muy simple: "No. No sé bailar". Ha asentido cerrando los párpados. "Es que sólo me falta saber bailar". Ha sonreido sabiendo por fin que su felicidad es incompleta, que tiene una arista, que aunque no llega a grieta, por suerte la superficie no es perfecta. Se ha levantado, me ha dado un papel arrugado y ha dicho "Hasta luego" o ¿era "Ahora vuelvo" o "Que me quiten lo bailado"?
"Cuando la ola se retire solo quedarán las piedras
pero durarán miles de años y serán casi perfectas"
Eutiquio Sobrado
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