Estoy seguro que más de una vez fue considerado candidato al Nobel. Supongo que duró muy poco en las listas, no creo que lo consideraran por asuntos diferentes a su escritura. Durante un tiempo se le fue la mano con la bebida, quizás también con otras cosas. Igual tras algunas malas críticas a este libro suyo, empezo a parecerse a sus personajes y se dió cuenta que era más martillo que clavo.
John Cheever tiene el poder de las palabras sencillas y de las historias simples y aplastantes como losas. Emplea la mirada atónita de los adultos, la escéptica de los viejos y la crítica de los jóvenes Frecuenta las frases cortas, sin apenas comas. Cada una es un pensamiento. Sus párrafos suelen ser largos, cada uno es una situación. Usa poco los diálogos, los sustituye por monólogos directos del cerebro a la pluma. A veces esos monólogos proceden de los protagonistas en primera persona y otras de un narrador ficticio como aquellos que antiguamente introducían las películas usando una vista de pájaro. Es un observador externo intentando ser aséptico pero tentado por ser cínico y crítico. Así consigue la calidad que da a la literatura el que las palabras se transformen en sensaciones y reproduzcan sentimientos. Me recuerda a mucho a Robertson Davies. Pocos circunloquios, todos directos al corazón o al cerebro. Usa palabras simples para pensamientos complejos
En esta novela Cheever demuestra como se escribe un relato de psicópatas y asesinatos en serie sin necesidad de escenas violentas, ni siquiera de que los crímenes sean culminados.
Los nombres de los personajes martillo (Hammer) y clavos (Nailles) parecen una antítesis pero, en realidad, son complementarios. Toman el protagonismo por separado en las dos primeras partes del libro, ambas relatan la depresión en diferentes versiones y con diferentes respuestas individuales. Básicamente habla de decaimiento, en ningún momento de tristeza. Me ha recordado cuando sin motivo me quedé parado, cansado y como esa sensación puede ir y venir de forma inexplicable. Luego ambas historias se fusionan en el violento tercer apartado en el que el "clavo" vence al "martillo". Los capítulos finales son el remache brillante
de esa historia de personas planas en las que la maldad resulta
comprensible, atractiva, incluso familiar hasta que se hace abominable, mientras que
la bondad resulta bobalicona, conformista y pazguata hasta que se vuelve violenta. El final abrupto, deja al lector sumido en un mar de dudas. Estoy seguro de que se consideraron otras alternativas y al final quedó esa algo ambigua. Pero de eso trata la vida o eso creo yo adivinar en las intenciones del autor.
Tuvo
una mala crítica, seguramente al crítico le pasó algo tan habitual como que se molestó al ver al descubierto muchos de los propios defectos, como cuando tiramos rápidamente de la cadena al ver nuestros malolientes excrementos. Cheever fue un profeta del desencanto del ser
humano moderno. Esos que sueñan con una casa con jardín en el campo, con
pareja, hijos y perro.
Lo mejor: La espectacular descripción del viaje de Hammer y su progresión en el trastorno razonado. La representación de Nailles del sufrimiento como un país lejano. La reclamación de devolución de las montañas evocadoras
de la infancia esas que soñamos en conquistar lejanas y que nos roban en
el vértigo del tiempo. "Que alguien de ahí fuera me devuelva mis montañas. Quiero recuperar mis montañas."
Lo peor: Tengo la impresión de que el autor nos relata sus propias dudas personales, que sus personajes no son del todo ficticios. A algunos los conoce. Igual hasta se convirtieron en sus fantasmas más habituales.
Una frase: "¿No dirías que poseía pruebas indiscutibles de que dejamos fragmentos de nostros mismos, de nuestros sueños y nuestros espíritus, en las habitaciones donde dormimos?"
"Cuando duermo boca arriba, mis sueños son lineales, sosegados y decorosos. A menudo sueño, boca arriba, con una villa clásica italiana, o mejor dicho, con una casa inglesa inspirada en la arquitectura de Palladio. Cuando duermo en posición fetal, mis sueños son atronadores, desagradables y a veces eróticos. Cuando duermo boca abajo..."
Puntuación: 9/10. Le había puesto un 8,5 pero luego he leído el relato "El nadador" en el que se inspira la película homónima con Burt Lancaster como protagonista. Ese trabajo extra merece medio punto adicional. Igual pensaban en ese relato los "Radio Futura" al hacer esta canción.
Benigno F.
Muy interesante la "crítica". Me tengo que meter en la literatura moderna americana de una vez, pero me da un poco de pereza. Parece que como si al ver las películas de direactores americanos ya tuvieras la imagen interior americana resuelta, y eso me retrae.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Muchas gracias por el comentario. Quitate la pereza y ponte con alguno de estos autores, seguro que no te arrepientes.
EliminarSaludos
¡¡Lo tengo en la biblioteca¡¡, ahora mismo me pongo en lista de espera, que ya está cogido :-)
ResponderEliminarHarás muy bien. Estoy seguro que lo disfrutarás. Muchas gracias por tu visita y por el comentario.
EliminarSaludos.