"El humor es un asunto muy serio" decía David Lodge en una entrevista en 1996 al presentar este libro en España. Estoy totalmente de acuerdo. Tan totalmente que no he encontrado ningún motivo para la risa en este "divertido" libro. Será que el autor cultiva ese típico "humor inglés" tan dado a mofarse de lo propio (con cierto respeto) y extraño (con total desprecio) que a mí me resulta tan extraño.
Sinceramente, releyendo las opiniones de los críticos de la contraportada, o bien han leído otro libro o deberían reconsiderar cambiar de profesión o no tenían ninguna gana de criticar cuando lo leyeron. Lo más probable es que escribieran sus opiniones después de una buena comida (por supuesto pagada por otro). Porque ni es "divertidísima", ni es un "pesimista que nunca para de reír", ni es un "libro complejo de componer", ni "es una terapia entre sonrisa y sonrisa".
En la misma entrevista, el escritor también dice que "El lector no se ríe por una especie de accidente. En realidad, es el autor quien conquista su risa". Pues amigo, a mí no me has conquistado. De todas formas no me extraña, porque él mismo se reconoce nada divertido, aunque despeja balones afirmando que "Hay que tener cierta sensibilidad para ver el absurdo". ¡Menuda frase estúpida! Así simplemente culpabiliza al lector (como yo) por no ver la gracia a lo que cuenta.
Pero es que...veamos los hechos: A un hombre le duele la rodilla y eso es un signo de que se desmorona su vida. La verdad es que es así de simple el argumento y probablemente soy yo pero no le veo la gracia. De hecho el libro me parece francamente triste. Quizás porque en algunas cosas el protagonista se me parece.
Los viajes a las diversas terapias del protagonista, sus andanzas relatadas a modo de diario y sus reflexiones pretendidamente filosóficas sobre Kierkegaard son sencillamente aburridísimas. ¡Qué pesado que es el tío! No me extraña que su mujer se divorcie. Se ve venir desde la primera línea. El autor se podría haber ahorrado tranquilamente las 145 primeras páginas.
El final está bien resuelto y, en un día como hoy, parece premonitorio para mi vida. Para postre tiene lugar en el Camino de Santiago y aparecen señales peregrinas: veneras, monasterios, catedrales; y paganas: la vía lactea, Finisterre, sexo y marisco. Por fin deja de dolerle la rodilla gracias al santo.
Lo mejor: La segunda mitad del libro y el final. Que he aprendido que una "venera" es la concha de vieira que distingue a los peregrinos. Los "aires norteños" del final del libro.
Una frase: "Las cosas se ven mejor a pie que en coche, y el lento caminar crea de por sí una especie de tensión dramática al retrasar la consumación del viaje" Sinceramente, digna de figurar en mi diario (Envidia sana), aunque ya me lo dijo mi amigo Pepe cuando nos cruzamos en el Camino.
Lo peor: El tedio de las primeras 150 páginas. Se las podría haber ahorrado. Que no me he reido nada.
Puntuación: 6/10
Benigno F.
Sinceramente, releyendo las opiniones de los críticos de la contraportada, o bien han leído otro libro o deberían reconsiderar cambiar de profesión o no tenían ninguna gana de criticar cuando lo leyeron. Lo más probable es que escribieran sus opiniones después de una buena comida (por supuesto pagada por otro). Porque ni es "divertidísima", ni es un "pesimista que nunca para de reír", ni es un "libro complejo de componer", ni "es una terapia entre sonrisa y sonrisa".
En la misma entrevista, el escritor también dice que "El lector no se ríe por una especie de accidente. En realidad, es el autor quien conquista su risa". Pues amigo, a mí no me has conquistado. De todas formas no me extraña, porque él mismo se reconoce nada divertido, aunque despeja balones afirmando que "Hay que tener cierta sensibilidad para ver el absurdo". ¡Menuda frase estúpida! Así simplemente culpabiliza al lector (como yo) por no ver la gracia a lo que cuenta.
Pero es que...veamos los hechos: A un hombre le duele la rodilla y eso es un signo de que se desmorona su vida. La verdad es que es así de simple el argumento y probablemente soy yo pero no le veo la gracia. De hecho el libro me parece francamente triste. Quizás porque en algunas cosas el protagonista se me parece.
Los viajes a las diversas terapias del protagonista, sus andanzas relatadas a modo de diario y sus reflexiones pretendidamente filosóficas sobre Kierkegaard son sencillamente aburridísimas. ¡Qué pesado que es el tío! No me extraña que su mujer se divorcie. Se ve venir desde la primera línea. El autor se podría haber ahorrado tranquilamente las 145 primeras páginas.
Luego me
ha gustado más, especialmente cuando deja de escribir su diario y otros (supuestamente) opinan
sobre él o relatan los hechos. Pero también me ha empezado a cabrear, cada vez me he
identificado más con el pobre y estúpido diablo que protagoniza el
libro. No obstante y pese a la cercanía de su análisis de la edad madura, con algunos momentos de gran lucidez (hay que tener paciencia para encontrarlos), no me ha impresionado, me sonaba a una historia de otros. La mejora se produce porque finalmente abandona el papel de protagonista para asumir el de guionista.
Lo mejor: La segunda mitad del libro y el final. Que he aprendido que una "venera" es la concha de vieira que distingue a los peregrinos. Los "aires norteños" del final del libro.
Una frase: "Las cosas se ven mejor a pie que en coche, y el lento caminar crea de por sí una especie de tensión dramática al retrasar la consumación del viaje" Sinceramente, digna de figurar en mi diario (Envidia sana), aunque ya me lo dijo mi amigo Pepe cuando nos cruzamos en el Camino.
Lo peor: El tedio de las primeras 150 páginas. Se las podría haber ahorrado. Que no me he reido nada.
Puntuación: 6/10
Benigno F.
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