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El fin del verano

Se acaba Agosto, ese mes que sólo existe en el calendario, un periodo en el que todo se detiene y los adultos hacen de niños, mientras los niños ejercen de ello. Sólo para ellos cuenta ese tiempo. En esos treinta y un días nada sucede, el mundo se llena de sustitutos y sucedáneos. No te puedes ni tomar el cortado, casi todo está cerrado y lo que está abierto está repleto de gentes medio desnudas pasando el tiempo, otra de las características de este interminable mes veraniego, la tendencia patológica a la desnudez, a enseñar carnes temblequeantes, cicatrices y nevus congénitos, lucir camisetas con inscripciones estúpidas, shorts, tatuajes y pechos. Yo casi no me entero porque prácticamente no he salido de casa, me he pasado la mayor parte del tiempo en la cama leyendo una montaña de libros que tengo. Eso sí, con pijama veraniego.

Y mientras acaba el mes, vuelve a correr el tiempo, y se comienzan a oir rumores de sables, calientan motores las bombas y se ven niños muertos y hambrientos en los huecos de imagen que dejan piscinas, sombrillas y bicicletas. Pero la mayoría de los adultos no se entera. Están ejerciendo de niños, pero se les da tan mal que quedan ridículos haciéndolo. Algunos se tiran en tumbonas a marcar en su dni cutáneo unos buenos kilos de bronceado. Otros aposentan sus traseros y se atiborran en los intermedios de largos paseos por paises más o menos lejanos. La mayoría no vuelven sin pasear por un mercadillo y hacerse con innumerables recuerdos. Esos entoldados son una prueba más de la globalización, en todos hay siempre lo mismo, imanes, pisapapeles, camisetas y sombreros. Los más peligrosos juegan a indios y vaqueros.

Lo dicho, se acaba Agosto, y con el fin de la canícula vuelve a correr el tiempo, y a mí me ha dado por pensar en los indios americanos que eran como niños, que se quedaban transtornados con cualquier baratija que les endilgaban colonos y soldados como engaño y he pensado en ello al mirar mi camiseta recién llegada del centro de Europa en la que luce descaradamente en la etiqueta "Made in China". Y me doy cuenta de que ahora nos engañan los chinos y nos tratan como a indios y nos lo merecemos por descerebrados e incultos. Y por eso hoy sólo se me ocurre como dice un panadero crítico de cine: "A los indios que vienen los caballos".

PD: Ahora que todo el mundo da consejos sobre profesiones prescindibles apuntando primeros en la lista del paro a los políticos, yo recomendaría seriamente suprimir dos titulaciones: los publicistas y los periodistas. Tanto unos como otros son francamente innecesarios.

Benigno F.







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