Había apuntado este libro como interesante hace más de un año, la sinopsis es atractiva y los comentarios sobre la obra y su autora suelen tener un tono favorable. Pese a ello, se resistía, no conseguía encontrarlo en formato e-book y tampoco en formato físico en las múltiples librerías que visito. Parecía como si un poder oculto me impidiera llegar a él, seguramente alguna parte de mi sentido arácnido gallego me advertía. Casi había descartado hacerme con él, varias veces he tenido en las manos otras obras de la autora, pero veía su volumen, sopesaba pros y contras y siempre volvían a la estantería.
Paseando por "El Corte Inglés" en Valladolid, simplemente haciendo tiempo para una cita, descarté la compra de "Katabasis", pero al día siguiente, por fin, encontré en una librería un ejemplar de "Babel", pensé que era un signo de que debería comprarlo.
Craso error porque pesa mucho con sus casi setecientas páginas, 119 notas al pie y una frase al inicio de cada uno de esos treinta y tres capítulos, interludios y epílogo.
Resulta muy pesado llevar todo ese tocho cuando uno va de viaje o cuando se desplaza en el transporte público y añora lo liberador que resulta un libro electrónico. Y esa carga ha resultado cargante en cuanto a mi opinión sobre el libro, por llamarlo algo, porque en realidad no es una novela, es un panfleto, una especie de Harry Potter con ínfulas, con ganas de demostrar documentación, cultura y preparación. Y lo que pretendía ser una obra...¿cómo lo llaman ahora? ¿multicultural? ¿integradora? se convierte en un libelo supremacista.
La autora se empeña en demostrar todos sus complejos y obsesiones, pretende criticar la sociedad de la que ella misma se aprovecha, demuestra clara inmadurez y falta de estabilidad psicológica. Incluso he llegado a pensar que antes de publicar este tipo de lecturas, debería hacerse pruebas de madurez mental a los escritores con pretensiones.
Así que, tras un inicio interesante, con resonancias a las novelas de Julio Verne, la escritora se pierde por sus vericuetos mentales, desaprovecha la oportunidad de los personajes y la historia y, decidida a darnos lecciones morales y a demostrar su sapiencia, nos aburre soberanamente más de la mitad de la novela y, cuando decide elevar el tono, persiste en darnos detalles innecesarios, en hacernos ver lo malo del colonialismo, de la esclavitud, de la explotación, pero no aporta ninguna otra solución que la violencia y los argumentos morales que dispone en contra son burdos, igual de infantiles que su justificación de la revolución violenta, pretendiendo hacer pasar por histórico un universo que solo está en su mente y, finalmente, engañando al lector.
Todo ello hace un conjunto que, al finalizarlo me ha parecido innoble, pero vista su infantil inocencia, salpicada de pretensión de sabiduría, la única conclusión que he podido sacar es que todavía no se ha enterado de que va la vida (lo escribió con veinticinco años) y que muchas veces saber mucho es una actividad estéril si no se acompaña de inteligencia, superación de complejos (la autora los tiene y muchos), reflexión y autocrítica.
Así que mando al limbo a esta escritora y a sus obsesiones enfermizas, porque aunque algunos se empeñen, pasar cuentas a la historia (salvo a la personal), solo lleva a callejones sin salida y a intentar compensar pasadas injusticias con modernas tropelías.
Pero a mí no me hagan ni caso, porque soy un desgraciado que opina sin saber, desde las vísceras y porque la mayoría de los comentarios sobre este libro son positivos y la gente rápidamente se pone el cilicio anticolonial (pese a que no tienen culpa ninguna) y dan la razón a todos los pobres argumentos esgrimidos por la escritora (y buena parte de la sociedad) que miran el paisaje histórico desde una atalaya, como generales a los que les resulta atractiva una batalla porque no ven la sangre, ni huelen lo asquerosas que son las heridas.
Por si a alguien no le ha quedado claro, esta novela me parece un pestiño, palabra muy adecuada para esta novela porque es polisémica, del griego "poli" (muchos) y "sema" (significado). Y si este comentario les parece estúpido, esta novela está lleno de ellos. No tengo suficiente cultura, pero mi instinto gallego me susurra que un buen número de ellos se los inventa.
Benigno F.
PD: Nota aparte merecen algunos errores "de bulto"de la autora y de la editorial, como ese "revelaron" en la página 669 que resulta chirriante a mis ojos, que se rebelan ante tal revelación de ignorancia o falta de cuidado.
Comentarios
Publicar un comentario