
De obsesiva tengo que calificar la lectura de las dos últimas novelas que componen esta trilogía, a la que le he dado unos meses desde la lectura de la primera hasta hoy.
Creo que comenté que la primera no parecía más que una introducción para atraerte a las siguientes y que, aunque me gustó, no había alcanzado las expectativas que tenía.
Después de leer las dos siguientes, lo confirmo, la primera novela no es más que una introducción a la segunda que, en mi opinión, es la mejor de las tres. Es la que tiene un ritmo constante, la que explora mejor las posibilidades de los personajes y la que mantiene de forma alineada e interesante varias lineas argumentales. En ningún momento parece excesiva y produce un frenesí lector que aboca necesariamente a la lectura compulsiva de la tercera.
En ésta, la autora, pincha de forma estrepitosa el globo, reduce de forma algo cansina el ritmo en el inicio, se empeña en dar datos innecesarios y esto se hace todavía más patente en la segunda parte de la novela que alarga de forma excesiva e innecesaria, pierde la posibilidad de usar otros escenarios que resultan muy interesantes y conduce a un final esperado y un poco insulso (a mi modo de ver).
Todo ello me ha producido un cierto desencanto al finalizar, me ha dejado exhausto, sin ganas de leer más sobre los personajes, probablemente porque se empeña en atar todos los cabos sueltos de forma apresurada en contraste con lo pesado que resultan el periplo de los protagonistas buscando a un rey perdido y a los vetulus.
En conclusión, una lectura placentera, absorbente y un poquito decepcionante en su remate. Una jugada futbolística magistral, con regates en filigrana y una parada del portero que evita el gol por haberse entretenido en exceso driblando a los contrarios. Resultado final: empate.
Benigno F.
 
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