Después de la ligera decepción que tuve leyendo "Ursúa", decidí tomarme un respiro antes de abordar esta obra del colombiano William Ospina que viene precedida de gran fama y excelentes críticas.
He hecho bien porque el reposo me ha permitido abordar la lectura lejos de mis prejuicios y eso me ha permitido saborear mejor la excelencia de la obra que está escrita usando una prosa deliciosa, mayoritariamente lírica, de belleza suntuosa, pero sin abusar de los artificios. Con descripciones paisajísticas detalladas, pero asequibles, de esas que nos transportan a otros mundos y otros tiempos de forma tan perfecta que casi notas el balanceo de los barcos en el río mientras estás sentado leyendo. Sin diálogos, no hay duelos verbales, en realidad es un monólogo del protagonista que se embarca en ese mundo de ambiciones, de aventuras y de violencia que supuso el descubrimiento de América, a la búsqueda de riquezas en paraísos desconocidos que al final resultan espejismos y, en realidad, lo que busca es a si mismo.
"Uno cree saber lo que busca, pero sólo al final, cuando lo encuentra, comprende realmente qué andaba buscando".
El escritor no pierde el tiempo en profundizar en personajes, ni en dotarles de bondades o maldades, sino que se centra en los hechos y en los escenarios. Me da lo mismo si reproduce de forma adecuada la historia, pero está tan bien escrita que resulta coherente y creíble. No intenta posicionar al lector a favor o en contra de los hechos y las disquisiciones filosóficas y morales del narrador resultan preciosistas, evolucionan con la novela y, a la vez, aguijonean nuestro pensamiento.
"El destino abunda en esas experiencias en que se entra por puertas magníficas a vacíos horrendos, en que empiezan con grandes palabras unos silencios indescifrables".
La obra reproduce el viaje de Orellana en el descubrimiento del Amazonas bajo el prisma del narrador, Cristóbal de Aguilar, pero no resulta una epopeya, no hay héroes luchando contra las fuerzas del mal, llenos de buenos propósitos, sólo personajes, repletos de humanos defectos, con aspiraciones y miedos simples y con la brutalidad correspondiente a la época. El autor, de forma deliberada, evita centrarse en lo morboso y se inclina más por las sensaciones.
Insisto en que no me importa si lo reproducido corresponde o no con lo sucedido, lo importante es como el autor consigue sus propósitos literarios y deja al lector con un regusto magnífico al finalizar la lectura.
"... que mentir es, según Platón, el oficio de todo poeta."
Benigno F.
PD: Seguramente esta es la última reseña del año, aunque no será el último libro que lea. En estos momentos ya tengo uno nuevo en la mano. Buena suerte para el próximo año.
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