La adicción a las drogas causa alucinaciones, si se inicia en la juventud, a veces lleva a delirios. Y es que una cosa es tener imaginación, inventarse un mundo, unos personajes y una historia compleja, llevar todo ello metido en tu cabeza y otra diferente es mostrarlo mediante palabras.
No tengo ninguna duda de que este escritor tiene todo eso dentro de su cabeza, lo imagina de forma perfecta, al detalle, tiene claros los personajes, sus razas, sus poderes y todo lo que sucede cuando se desencadenan, pero falla estrepitosamente al transformarlo en letras. Intenta describirlo pero solo hace que meter palabras y palabras y así se pasa el lector medio atontando, sin entender donde está y sólo un poco lo que está pasando, qué es relevante y que es relleno, y aunque la historia es interesante y te subes al caballo, corre tan rápido que no ves apenas el paisaje, sólo estás deseando que pare para que se termine ese vértigo agradable (eso sí).
Así que me he zampado las 776 páginas (en e-book) del primer libro de esta saga (¡de diez!) y me han quedado pocas ganas de continuar, tengo el estómago un poco revuelto y le está costando aposentarse. Lo dicho, me lo he pasado bien, como a veces en las montañas rusas, sólo notas la velocidad, pero no te enteras ni del paisaje, ni de si es una curva o un giro, si subes o bajas. Luego, a veces, te entra el gusanillo y te quieres subir de nuevo, pero cuesta un buen rato.
Benigno F.
P.D.: Ni me molesto en comentar el argumento (en realidad no ocupa más de dos líneas).
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