Muchas alabanzas tiene esta novela para que yo no me pusiera a leerla con el colmillo afilado, con ganas de destriparla. Me ha resultado imposible, tengo que reconocer que nos encontramos ante una gran novela. Seguramente no es una obra maestra, pero la escritora sin recurrir a más trampa que su hábil escritura consigue una historia conmovedora. ¿Y no es de eso de lo que trata a veces la literatura?
La novela parte de personajes históricos (la familia de Shakespeare) y de un hecho real (la muerte de un hijo), el resto es inventado y ahí radica una de las claves de su calidad: llegamos a pensar que lo relatado es cierto. Aunque eso, en mentes inmaduras, puede ser peligroso. La autora lo aclara perfectamente para evitar dudas. No obstante, a mí me ha parecido tanto excelente como reprochable, quizás (pienso yo) no era necesario usar la fama de otros para la promoción (crea falsas expectativas). Pecado venial que perdono fácilmente sin penitencia.
Al acabarla me he quedado pensando en esas personas a las que se les parte la vida. A algunos solo se les dobla, como cuando tienes una fractura y te quedan secuelas, a veces duele un poco pero te acostumbras, vives con ella y de vez en cuando cojeas. En otros casos, la vida se rompe forma abrupta, inesperada, como una amputación traumática, y ya saben ustedes que se produce el hecho paradójico de que sigue doliendo el miembro amputado. Dolor del miembro fantasma le llaman, yo le llamo "dolor de ausencia".
Benigno F.
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