Estamos de nuevo ante otro libro ligero, no llega a doscientas páginas. Este sí que no pesa nada aparentemente, ni siquiera lo podemos calificar de novela, es una recopilación de pequeños relatos, de bocetos, de bosquejos, pero alguno de los relatos tiene más peso que el de algunos libros de quinientas o más páginas. ¡Qué se yo! Igual es simplemente que está hecho con mejor papel, con uno con mayor peso específico que los otros y por eso ocupa menos volumen.
Estamos ante un libro de un autor que confiesa que ni siquiera lo ha escrito con sus manos, sino con su "mirada", incluso mediante telepatía, mediante un artilugio moderno. De hecho, ni siquiera el escritor está vivo para confirmar que lo ha hecho. Escribir, imaginar, filosofar lo seguía haciendo aunque una maldita enfermedad se empeñaba en impedírselo.
La obra se inicia con un "Liminar", evitando el "Pre" que nos deja embobados hasta que en la firma final se desvela un secreto. Sólo por ese prólogo, que no sabemos si tomarnos en serio, hubiera valido la pena leerlo.
Luego vienen las historias, las pequeñas historias en las que el escritor ajusta cuentas con sus personajes, o consigo mismo, buscando explicaciones vitales, escarbando en los misterios, la mayoría mínimos, que se aclaran en un momento, no así los diálogos, ni los pensamientos, con cualquiera de ellos (misterios y pensamientos) otro hubiera hecho un libro entero.
"Toda ética ha de ser personal y tratar casos individuales" o "Digo siempre lo mismo, solo le cambio el título".
Recomendar alguno no me atrevo, que, como en la vida, cada cual escoja su camino, esté errado o en lo cierto.
Benigno F.
Estamos ante un libro de un autor que confiesa que ni siquiera lo ha escrito con sus manos, sino con su "mirada", incluso mediante telepatía, mediante un artilugio moderno. De hecho, ni siquiera el escritor está vivo para confirmar que lo ha hecho. Escribir, imaginar, filosofar lo seguía haciendo aunque una maldita enfermedad se empeñaba en impedírselo.
La obra se inicia con un "Liminar", evitando el "Pre" que nos deja embobados hasta que en la firma final se desvela un secreto. Sólo por ese prólogo, que no sabemos si tomarnos en serio, hubiera valido la pena leerlo.
Luego vienen las historias, las pequeñas historias en las que el escritor ajusta cuentas con sus personajes, o consigo mismo, buscando explicaciones vitales, escarbando en los misterios, la mayoría mínimos, que se aclaran en un momento, no así los diálogos, ni los pensamientos, con cualquiera de ellos (misterios y pensamientos) otro hubiera hecho un libro entero.
"Toda ética ha de ser personal y tratar casos individuales" o "Digo siempre lo mismo, solo le cambio el título".
Recomendar alguno no me atrevo, que, como en la vida, cada cual escoja su camino, esté errado o en lo cierto.
Benigno F.
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