No tengo la más mínima duda, Pinilla es uno de los grandes, un escritor de tomo y lomo. Nunca mejor dicho porque los tomos y lomos de sus libros son enormes, nada menos que 770 páginas tiene este segundo de la trilogía. Un escritor que debería figurar en los libros de literatura con letras mayúsculas.
Me ha tomado unos cuantos días completar la lectura pese a que no he ido lento precisamente. La trama es absorbente, pero es necesario tomarse breves respiros para tomar aliento y para pensar en todo lo que contiene el relato, en todo el esfuerzo tremendo que ha tenido que realizar el autor para dejar todo bien hilado, para tomar la perspectiva divergente de diversos personajes e incluso la suya propia, intentando ser imparcial con los actos, con las creencias y con los hechos históricos. Lo consigue a un nivel tan elevado que al final (como siempre en las buenas historias) lo que queda son los sentimientos exacerbados de las últimas 200 páginas en las que el personaje de Roque Altube retoma la historia tras un paréntesis de veinte años y hace de todo, de héroe, de juez, de sindicalista, de soldado, sin dar razones, simplemente por instinto de padre. Ahí queda eso para la historia de la literatura (por lo menos para la mía) con ese beso y ese "Eskerrik asko" emocionado y emocionante que abrocha el final.
El libro retoma la trama del anterior haciéndose cruzar constantemente los destinos de Baskardos y Altubes, tan próximos y a la vez tan lejanos. Aparentan ser dos polos opuestos pero sus extremos poco a poco se van inclinando hasta tocarse e incluso juntarse en lugar de repelerse y ese ejemplo es utilizado por el autor para ir mezclando puntos de vista, modos de vida e ideologías y demostrarnos que no hay razones supremas en la vida salvo vivirla. Esa es la enseñanza que extraemos de esas personas locas (¿?) que desnudan sus cuerpos y los cubren solo con sábanas y lo dejan todo para vivir aislados de todo, en una actitud inocente, que no pretende convencer a nadie, pero también en una actitud fácil que solo pueden adoptar los que no necesitan de nada porque todo lo tienen, pero a los que finalmente avasalla la propia vida (y por supuesto la muerte).
Luego está la tierra, siempre presente en la narrativa de Pinilla, la orografía vasca sobresale constantemente en todo el relato como si fuera (de hecho lo es) un personaje más. Imponente, por encima de todo, siendo amada más allá de la razón y ambicionando ser conquistada como objeto de amor y de vida.
Volveré de nuevo con Pinilla y con Altubes y Baskardos aunque ya sé que la trama no debe tener final porque se sigue desgranando eternamente, porque la historia es circular a diferencia de la vida que es sólo lineal. Un pequeño segmento de esa curva son las vidas de estos personajes.
Benigno F.
Me ha tomado unos cuantos días completar la lectura pese a que no he ido lento precisamente. La trama es absorbente, pero es necesario tomarse breves respiros para tomar aliento y para pensar en todo lo que contiene el relato, en todo el esfuerzo tremendo que ha tenido que realizar el autor para dejar todo bien hilado, para tomar la perspectiva divergente de diversos personajes e incluso la suya propia, intentando ser imparcial con los actos, con las creencias y con los hechos históricos. Lo consigue a un nivel tan elevado que al final (como siempre en las buenas historias) lo que queda son los sentimientos exacerbados de las últimas 200 páginas en las que el personaje de Roque Altube retoma la historia tras un paréntesis de veinte años y hace de todo, de héroe, de juez, de sindicalista, de soldado, sin dar razones, simplemente por instinto de padre. Ahí queda eso para la historia de la literatura (por lo menos para la mía) con ese beso y ese "Eskerrik asko" emocionado y emocionante que abrocha el final.
El libro retoma la trama del anterior haciéndose cruzar constantemente los destinos de Baskardos y Altubes, tan próximos y a la vez tan lejanos. Aparentan ser dos polos opuestos pero sus extremos poco a poco se van inclinando hasta tocarse e incluso juntarse en lugar de repelerse y ese ejemplo es utilizado por el autor para ir mezclando puntos de vista, modos de vida e ideologías y demostrarnos que no hay razones supremas en la vida salvo vivirla. Esa es la enseñanza que extraemos de esas personas locas (¿?) que desnudan sus cuerpos y los cubren solo con sábanas y lo dejan todo para vivir aislados de todo, en una actitud inocente, que no pretende convencer a nadie, pero también en una actitud fácil que solo pueden adoptar los que no necesitan de nada porque todo lo tienen, pero a los que finalmente avasalla la propia vida (y por supuesto la muerte).
Luego está la tierra, siempre presente en la narrativa de Pinilla, la orografía vasca sobresale constantemente en todo el relato como si fuera (de hecho lo es) un personaje más. Imponente, por encima de todo, siendo amada más allá de la razón y ambicionando ser conquistada como objeto de amor y de vida.
Volveré de nuevo con Pinilla y con Altubes y Baskardos aunque ya sé que la trama no debe tener final porque se sigue desgranando eternamente, porque la historia es circular a diferencia de la vida que es sólo lineal. Un pequeño segmento de esa curva son las vidas de estos personajes.
Benigno F.
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