Hace unos días leí una noticia escalofriante en un diario, digna de estos días de difuntos que llegan en breve (Halloween le llaman algunos y lo convierten en fiesta infantil). Un científico (¿?) pronostica que gracias a la tecnología (no a la medicina o la ciencia) viviremos (vivirán) mil años. Parece ser que todo se limita a evitar acumular productos de desecho e inyectar en tu interior unas maravillosas y microscópicas maquinitas de limpieza. "¿Hoy qué toca? Las coronarias. Pues dale que te pego hasta dejarlas impecables. Y esta tarde darle un buen meneo al hipocampo que tiene por allí unos rinconcitos..."
Igual es tan simple como eso, pero a mí me hace vislumbrar un futuro aterrador, porque el entrevistado deja bien claro que esto costará dinero o sea que será sólo para ricos. En realidad en eso es en lo único en que no es nuevo, la mayor parte de avances de este mundo están sólo al alcance de los ricos o de los países llamados desarrollados. Eso sí, si es necesario se experimenta antes con los pobres, no sea que les (nos) haga daño lo inventado. Por supuesto, la industria pone unos precios astronómicos sin dudarlo.
Yo leyendo eso, pienso y deseo que no haya nadie que financie dichos experimentos, que alguna mano negra de forma misteriosa desvíe esos fondos y los dediquen al hambre, la cultura o a la investigación de verdad relevante. También hubiera deseado que el director del periódico hubiera exigido un poco más de decoro y rigurosidad a sus subordinados y que los periodistas hubieran tenido dudas morales sobre lo declarado por el entrevistado y como mínimo lo hubieran contrastado, no sólo desde el punto de vista científico sino también desde el filosófico o moral.
Porque hay cosas que no se le pueden decir así a la cara al pueblo llano, porque pueden desencadenar revueltas y violencia, unos para apuntarse al trato igualitario y otros para rechazarlo. Pero claro, eso hubiera sido pedir solidez de principios, disponer de una linea argumental mental y no económica guiada sólo por las ventas y, sobre todo, hubiera exigido pensar.
Así, que estos días en los que me voy despidiendo de personas que me acompañaban de niño, de amigos a los que les llega la hora de forma esperada (e injusta), estos días en los que desde hace años vislumbramos a la parca allí en la montaña (antes de lejos, ahora cada vez más cercana) pienso: bendita muerte, bendita e injusta y a veces liberadora y, de momento, por suerte igualitaria.
Igual es tan simple como eso, pero a mí me hace vislumbrar un futuro aterrador, porque el entrevistado deja bien claro que esto costará dinero o sea que será sólo para ricos. En realidad en eso es en lo único en que no es nuevo, la mayor parte de avances de este mundo están sólo al alcance de los ricos o de los países llamados desarrollados. Eso sí, si es necesario se experimenta antes con los pobres, no sea que les (nos) haga daño lo inventado. Por supuesto, la industria pone unos precios astronómicos sin dudarlo.
Yo leyendo eso, pienso y deseo que no haya nadie que financie dichos experimentos, que alguna mano negra de forma misteriosa desvíe esos fondos y los dediquen al hambre, la cultura o a la investigación de verdad relevante. También hubiera deseado que el director del periódico hubiera exigido un poco más de decoro y rigurosidad a sus subordinados y que los periodistas hubieran tenido dudas morales sobre lo declarado por el entrevistado y como mínimo lo hubieran contrastado, no sólo desde el punto de vista científico sino también desde el filosófico o moral.
Porque hay cosas que no se le pueden decir así a la cara al pueblo llano, porque pueden desencadenar revueltas y violencia, unos para apuntarse al trato igualitario y otros para rechazarlo. Pero claro, eso hubiera sido pedir solidez de principios, disponer de una linea argumental mental y no económica guiada sólo por las ventas y, sobre todo, hubiera exigido pensar.
Así, que estos días en los que me voy despidiendo de personas que me acompañaban de niño, de amigos a los que les llega la hora de forma esperada (e injusta), estos días en los que desde hace años vislumbramos a la parca allí en la montaña (antes de lejos, ahora cada vez más cercana) pienso: bendita muerte, bendita e injusta y a veces liberadora y, de momento, por suerte igualitaria.
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