"Camino para olvidar que estoy quieto. "
Creo que lo escribí yo pero ya ni me acuerdo.
Me
lo recomendaron: "Un libro para caminantes solitarios", me dijeron. Pensé en una
crónica de viajes, bellos paisajes acompañados de pensamientos, un libro
de los que hacen sentir en la piel el clima: por un momento sientes
calor y luego estas tiritando. Un relato para imaginar praderas
alfombradas o montañas coronadas por nieve. De los que dan ganas de
hacer maletas y salir a viajar.
Me equivoqué. Es un
libro sin referencias geográficas, apenas paisajisticas, sólo
descripciones metafóricas siempre de elementos naturales o de interiores
de casas o establecimientos, justas para darnos cuenta de lo lúgubre, o
lo luminoso, lo dichoso o lo triste, sin sinopsis, sin historia,
escrito en fragmentos, a saltos. Lleno de pensamientos de los que
taladran, de los que no dejan dormir agazapados en lo más recóndito de
los limbos neuronales, de los que invitan a la inadaptación, a la
rebeldía con el sistema, con la propia vida, muchas veces
contradictorios, levantando dudas cuando no ampollas.
Apenas
se describen a las personas, salvo por sus posiciones o creencias. Ni
rubios, ni morenos, ni altos ni bajos, quizás sólo bellos o feos... sin
edad. Desconocemos el tiempo, no sabemos si es antiguo o moderno, ni
siquiera el sitio, podría ser, debe ser Europa, pero como más se intuye
en el redactado.
Escribir
para Walser es sólo una excusa para desahogase en su incomprensión por estar vivo y todo lo que ello acarrea. Es inconformista, se siente incómodo por
su propia existencia pero no busca responsables, no pleitea. Admira la belleza y la
miseria y a todas las encuentra sitio pero no razones. Pese a ello,
filosofa.
Habla
de la vida real, de esa desterrada hoy en día por la tecnología, la
ciencia o los espectáculos. También habla de una existencia antigua, en la que
el tiempo discurría menos rápido, había espacio para sentarse y charlar,
para contemplar, para jugar al ajedrez o las damas, había sitio para lo mágico lo religioso y lo ritual.
En
su libro no parece existir otro transporte que las piernas y eso es lo
que lo ralentiza. Por eso el libro se hace corto y al mismo tiempo largo, sólo se puede
tomar en breves sorbos, como los buenos espirituosos. Raspa en la
garganta pero conforta en el gaznate y enciende primero ideas, estancias
y amistades. La sobredosis puede dar somnolencia, causar parálisis o
coma. Tomado a baja temperatura, con el frío de la distancia podría ser
menos espinoso pero no menos incómodo.
Habla de caminar con rumbo pero
sin ideas ni pretensiones. El protagonista por la tarde se cansa y no
encuentra la dirección correcta, luego con el día recupera los ánimos, se siente
capaz, recrea algún proyecto, se deja mandar, se vuelve sumiso y le
gusta escuchar pero, cuidado si arranca a hablar, del mismo modo que
aprecia, rompe a las personas, hace su voluntad y no le importa
aprovecharse. Le encuentro cierto parecido con mi comportamiento, no
pago el alquiler a mi casera, le pido préstamos, dejo que me admiren y
me cuiden, levanto la marea de la ternura, pero luego paso de largo, no
saludo, hago como que no conozco. La única diferencia es que yo amanezco
cansado, el crepúsculo me pilla en el momento más bajo, empiezo el día
agotado y luego me rehago, no atino con el destino hasta que rompe el
día a andar.
Paradójico, Walser murió caminando (igual que un poeta que aparece en su libro). En uno de esos paseos que daba apenas abrigado. Decían que estaba loco,
igual lo internaron por negarse a escribir. Dejó de hacerlo, no le veía
sentido en el desconcierto, sólo quería pensar o caminar solo, dejarse
cuidar, no tener ambiciones ni pensamientos elevados. Sí eso es estar
loco yo también acepto ese destierro.
Ambos hombres estamos
con la mente hecha a pedazos, construida de retales mal cosidos y desparejados. Faltos de coherencia en pensamientos y actos, construidos con trozos de
carne y de tormenta, atónitos y despiadados al mismo tiempo.
Lo mejor: Escojo dos párrafos al azar entre muchos de ellos: "Cuando se despiden, los días te ofrecen en recompensa esas tardes extraordinarias en las que te paseas por senderos que el atardecer parece haber descubierto y que tú a tu vez descubres para el atardecer. Las casas adquieren mayor realce y las ventanas resplandecen. Aunque llueva, todo es bellísimo, y piensas que está bien que llueva."
"Cierto es que, por despecho, has querido librarte de mí muchas veces, pero cuando te encontrabas con una mujer que se me parecía aunque sólo fuera un poquito, creías haberme visto y reencontrado. ¿No temblabas en esos casos? ¿No has tenido la sensación, en alguno de esos encuentros engañosos, de que súbitamente, en lo alto de una fabulosa escalera iluminada y excavada en la roca, se abrían los batientes de una puerta para introducirte en una alcoba llena de deseos de reencontrarse?"
Lo peor: El dolor de sus dardos bien certeros. Que tengo que prestarlo y costará devolverlo.
Puntuación: 8,5/10
Benigno F.
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