No tengo idea porqué decidí leer la segunda novela de esta larguísima serie (diez novelas), especialmente porque hace más de dos años que leí la primera y, repasando mi reseña, me pareció una flipada de marca mayor.
Pero bueno, aquí estamos con la segunda y no descarto seguir con la tercera y más allá. Es un asunto de simple adicción y síndrome de abstinencia, porque algo debe hacer bien el escritor cuando te engancha y no entiendes porqué.
La mayoría de la novela resulta difícilmente comprensible. Demasiado enrevesada, bastante flojas las descripciones de batallas y enfrentamientos con seres prácticamente imposibles de imaginar, excesivos personajes, escenarios, razas, dioses, seres extraordinarios y muy retorcidos los argumentos. Mal diseño de los capítulos en los que salta de personajes y escenarios. Muy difícil reconocer a algunos protagonistas porque a veces son mencionados por su raza, origen y cuando lo son por su nombre, muchas veces es parecido al de otro y es fácil liarse. Los fenómenos sobrenaturales resultan poco comprensibles y son constantes. Hay historias previas que explicarían muchas cosas, pero todas están en la mente del escritor y no en la novela. Todo ello aderezado con una mala traducción que seguro influye.
Pese a todo, uno se encariña con los personajes y quiere que les lleven a buen puerto (vaya usted a saber cuál es) sus aventuras y dentro de esa bruma (que supongo, el autor ha insertado expresamente) va poco a poco avanzando y en la culminación, de forma sorprendente, el lector se queda a gusto y con ganas de más. Resulta inaudito como se despiertan en mí esas sensaciones, pero me veo obligado a aceptarlas y reconozco que ya he caído en sus redes de tráfico de novelas estupefacientes y en breve me veré afectado por la abstinencia.
Ahora, mientras escribía esta reseña, me ha alegrado leer a algún otro adicto a las novelas de fantasía que encuentra los mismos defectos. No soy el único raro en este mundo de alabanzas baratas.
Benigno F.
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