Segundo día tras acabar esta trilogía y me he levantado echando de menos tener noticias de sus personajes. Esa sensación de nostalgia es la que deben dejar las buenas historias en el lector. Es un signo inequívoco de que el escritor (de entretenimiento) ha hecho bien su trabajo y Joe Abercrombie lo hace de forma excelente. Obviamente, esto no es literatura de Premio Nobel, ni para sacar grandes conclusiones sobre la vida aunque algunos se empeñen en subrayar algunas frases de estas novelas, como te muestra tu lector de libros electrónicos (de forma innecesaria) frecuentemente, pero es un excelente ejemplo de como hay que hacer este trabajo.
La narración sucede casi siempre en modo vertiginoso, en varios escenarios que, como siempre, acaban convergiendo en los finales. Los personajes (incluso los secundarios) están construidos con solidez y los decorados son suficientes, sin esas exhibiciones innecesarias y tediosas de otros autores. La historia es comprensible (tomen nota otros), no es necesario tener al lector sin comprender la mitad de la historia, embarcarlos en ese barco que está en constante zozobra, en un mar embravecido y oscuro, como hacen otros escritores para ocultar sus deficiencias. No obstante, los libros son suficientemente gruesos (entorno a 700 páginas cada uno) para hacer disfrutar a los amantes de lo excesivo, de lo que parece inabarcable, pero se leen con facilidad, con gusto, no tienes ganas de saltarte ni una palabra.
Mención especial merecen algunos de los caracteres dibujados por la trama: el inquisidor Sandor Glokta, el norteño con doble personalidad Logen Nuevededos, la fría y despiadada Ferro y el casi estúpido Jezal (paradigma del antihéroe, guapo, rico y soberbio finalmente bajado de esos caballos). Todos ellos difíciles de encajar en el perfil de los "buenos".
Para calmar mi nostalgia, me acabo de enterar que hay otras tres novelas independientes (con otros personajes) en las que podré retomar ese ambiente que me ha permitido evadirme durante horas, rememorar esa agradable sensación de estar deseando tener un rato para volver a coger la novela y poder aislarte de todo lo periférico que bombardea nuestros sentidos de forma constante y concentrarte en otro mundo y vivir otras vidas. Al fin y al cabo eso es una de las funciones de las artes.
Benigno F.
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