Antes que nada voy a pedir perdón a todos aquellos que hayan leído el libro y se les haya desbordado a raudales la emoción y/o las lágrimas, a todos a los que el libro les haya parecido una obra maestra para enmarcar, a aquellos que han escrito alabanzas al autor, a su familia, a la historia en si, también a todos los que hayan subrayado frases del libro para guardarlas como oro en paño y releerlas o utilizarlas para transmitir ideas, alegrías y tristezas. También al escritor que ha hecho un gran ejercicio de higiene mental para exponernos sus interiores de forma tan desabrida y tan generosa, como si estuviera sometido a una terapia de grupo. Porque eso me ha parecido esta novela, o biografía novelada o lo que quieran ustedes decir de ella, yo no sé a qué genero adscribirla, un ejercicio terapeútico, un intento de ajustar cuentas con las injusticias de la vida con la propia historia.
Probablemente por eso la mayor parte de los mortales sienten gran emoción ante esta obra, porque relata injusticias que todos, en mayor o menor grado, hemos sufrido o no queremos sufrir, y a eso le llaman empatía. Esa virtud de la que carezco en absoluto y me declaro (nuevamente) culpable por ello. Ese sentimiento en el que no creo, esa idea que solo es un calma conciencias inventado para los pazguatos o para los que son tontamente felices o no sufren y creen que emocionándose con los males ajenos ya es suficiente, y para conformar a las victimas porque alguien les ha escuchado.
"Mientras la felicidad nos parece algo natural y merecido, las tragedias nos parecen algo enviado desde afuera, como una venganza o un castigo decretado por potencias malignas a causa de oscuras culpas, o por dioses justicieros o ángeles que ejecutan sentencias ineluctables."
Seguramente porque llevo toda la vida pensando que nadie se ha puesto (de verdad) nunca en mi sitio o en el de los míos, que nadie se ha fijado en esos alfileres (claramente visibles) que va dejando clavados la vida y que de vez en cuando algunos observan girando rápidamente las caras o los tocan suavemente y preguntan si duele con cara de susto. Probablemente por eso, porque he perdido la sensibilidad algésica para protegerme de todo ello, o se me han hipertrofiado los órganos inhibidores del dolor, la mayor parte de lo relatado me ha resultado indiferente, aburrido, repetitivo, incluso a veces (perdón) tedioso y ajeno.
Es innegable que los traumas personales dan mucho de si en la literatura y muchas veces han producido obras excelsas, pero éste (en mi opinión) no es el caso. Admito las injusticias sufridas por el escritor pero, desde mi punto de vista de lector (pido de nuevo perdón por ello), no justifican muchos momentos de incontinencia verbal contenidos en el libro (esa repetición de "ora pro nobis" por ejemplo) o los mil y un detalles innecesarios y (a veces) repetidos, que abundan en lo periférico pero se alejan del meollo en una espiral como esas que a veces te marean en las películas. Además llegado el momento álgido de la historia se calla o pasa de puntillas sobre detalles interesantes en los que podría profundizar para que lo suyo fuera algo más que una loa.
Admito que hay bastantes frases para subrayar (muchas de ellas son citas de otros autores), pero eso es normal cuando uno dispara con la ametralladora de la palabra: alguna vez acierta. Me he guardado algunas de ellas.
Pienso que la necesidad de escribir es una cosa (lo hace mucha gente) y otra es publicar, para mí esta obra estaría de maravilla bien guardada entre las cosas más íntimas de la familia o de sus allegados, para ser leída en momentos necesarios, para recordar y no olvidar a la persona que homenajea cuando corresponda.
Me decidí a leerla porque el título me llamó mucho la atención. Mi sensación final es que el título (tomado de Borges) demuestra claramente la intención del autor: construir un monumento contra el olvido de su padre, para que todos puedan verlo. Para mí, eso no es literatura, es otra cosa. Vuelvo a pedir disculpas por ser tan miserable, seguramente la vida al pasar cuentas conmigo, al pesar en la balanza mi alma me lo retraiga.
"Este libro es el intento de dejar un testimonio de ese dolor, un testimonio al mismo tiempo inútil y necesario. Inútil porque el tiempo no se devuelve ni los hechos se modifican, pero necesario al menos para mí, porque mi vida y mi oficio carecerían de sentido si no escribiera esto que siento que tengo que escribir, y que en casi veinte años de intentos no había sido capaz de escribir hasta ahora."
Probablemente por eso la mayor parte de los mortales sienten gran emoción ante esta obra, porque relata injusticias que todos, en mayor o menor grado, hemos sufrido o no queremos sufrir, y a eso le llaman empatía. Esa virtud de la que carezco en absoluto y me declaro (nuevamente) culpable por ello. Ese sentimiento en el que no creo, esa idea que solo es un calma conciencias inventado para los pazguatos o para los que son tontamente felices o no sufren y creen que emocionándose con los males ajenos ya es suficiente, y para conformar a las victimas porque alguien les ha escuchado.
"Mientras la felicidad nos parece algo natural y merecido, las tragedias nos parecen algo enviado desde afuera, como una venganza o un castigo decretado por potencias malignas a causa de oscuras culpas, o por dioses justicieros o ángeles que ejecutan sentencias ineluctables."
Seguramente porque llevo toda la vida pensando que nadie se ha puesto (de verdad) nunca en mi sitio o en el de los míos, que nadie se ha fijado en esos alfileres (claramente visibles) que va dejando clavados la vida y que de vez en cuando algunos observan girando rápidamente las caras o los tocan suavemente y preguntan si duele con cara de susto. Probablemente por eso, porque he perdido la sensibilidad algésica para protegerme de todo ello, o se me han hipertrofiado los órganos inhibidores del dolor, la mayor parte de lo relatado me ha resultado indiferente, aburrido, repetitivo, incluso a veces (perdón) tedioso y ajeno.
Es innegable que los traumas personales dan mucho de si en la literatura y muchas veces han producido obras excelsas, pero éste (en mi opinión) no es el caso. Admito las injusticias sufridas por el escritor pero, desde mi punto de vista de lector (pido de nuevo perdón por ello), no justifican muchos momentos de incontinencia verbal contenidos en el libro (esa repetición de "ora pro nobis" por ejemplo) o los mil y un detalles innecesarios y (a veces) repetidos, que abundan en lo periférico pero se alejan del meollo en una espiral como esas que a veces te marean en las películas. Además llegado el momento álgido de la historia se calla o pasa de puntillas sobre detalles interesantes en los que podría profundizar para que lo suyo fuera algo más que una loa.
Admito que hay bastantes frases para subrayar (muchas de ellas son citas de otros autores), pero eso es normal cuando uno dispara con la ametralladora de la palabra: alguna vez acierta. Me he guardado algunas de ellas.
Pienso que la necesidad de escribir es una cosa (lo hace mucha gente) y otra es publicar, para mí esta obra estaría de maravilla bien guardada entre las cosas más íntimas de la familia o de sus allegados, para ser leída en momentos necesarios, para recordar y no olvidar a la persona que homenajea cuando corresponda.
"La cronología de la infancia no está hecha de líneas sino de sobresaltos. La memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos."
Me decidí a leerla porque el título me llamó mucho la atención. Mi sensación final es que el título (tomado de Borges) demuestra claramente la intención del autor: construir un monumento contra el olvido de su padre, para que todos puedan verlo. Para mí, eso no es literatura, es otra cosa. Vuelvo a pedir disculpas por ser tan miserable, seguramente la vida al pasar cuentas conmigo, al pesar en la balanza mi alma me lo retraiga.
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