Parece que se acaba el mundo. Entras en cualquier tienda de alimentación y la gente anda arrambando con todo lo que encuentra. Quieren llenar la despensa, estar bien preparados y nutridos de cara al apocalipsis.
Estos días son una de las demostraciones a las claras de nuestra franca decadencia. No se escapa casi nadie a este maremágnum gastronómico. Los que tienen porque pueden, los que no tienen porque quieren. Y así andamos exaltando con fuerza el principal pecado capital occidental: la gula.
Porque la sociedad actual siempre está comiendo, o exaltando comer. Así proliferan restaurantes, guías gastronómicas, cocineros que parecen premios Nobel, "cocinillas" que se promocionan (para ligar. Supongo), productos y tiendas de delicatessen (especialmente de ibéricos). Triunfan en la televisión programas que provocan la salivación (en contraposición con los pocos que provocan excitación y junto con los que promocionan la salud o el deporte... de los demás ¡Claro!), se dedican en todos los medios de comunicación espacios amplios a la gastronomía y los gastrónomos se encumbran en pedestales.
Aparte del clima, la comida es uno de los temas más usados para pasar el tiempo, todo el mundo parece un experto en ella. Es una de las banderas culturales más importantes esgrimidas por los que tienen sentimientos patrios. A veces de forma ridícula olvidando que en algún país cercano hacen la misma receta con un nombre algo diferente o sólo cambiando un ingrediente. Pongamos por ejemplo el "cocido" y sus diferentes variantes a veces llamadas "olla", "pote", "escudella", etc.
Nuestra sociedad engorda tanto (en todos los sentidos) que sólo hay que esperar sentados hasta que reviente. Hasta los más conspicuos y comedidos sucumben a la tentación del pecado de la glotonería. No basta el simple menú diario para nutrir a los comensales, se hace necesario un abundante condumio, degustar nuevos sabores y olores y, por supuesto, todo ello a precio exagerado.
No es de extrañar que otros menos afortunados odien al hombre del primer mundo, siempre comiendo, siempre ocioso, siempre descansando (o intentándolo). A ellos sólo les queda el sexo, la religión y reproducirse cuanto más mejor para conquistarnos.
"Templanza", "Moderación", "Parquedad", "Continencia", "Mesura". He preguntado a muchos por ellas. Nadie sabe que significan especialmente ante un buen menú, pero también ante cualquiera de las más mundanas tentaciones que se nos ofrecen.
Visto como está el "Mercadona" hoy, tras esquivar a esa señorita que amablemente me ofrece turrón, el anuncio de polvorones y si tropezar con todos esos jamones "pata negra" que cuelgan, me parece que voy a salir corriendo a refugiarme en mi retiro, a seguir meditando y ayunando. Sólo es cuestión de esperar a que el sistema quede totalmente despachurrado de tanta glotonería y falta de prudencia.
PD: Es imposible que haya tanto jamón ibérico. A mí no me cuadran las cuentas con el número de encinas y de bellotas.
¡Feliz Navidad!
Eutiquio Sobrado
Estos días son una de las demostraciones a las claras de nuestra franca decadencia. No se escapa casi nadie a este maremágnum gastronómico. Los que tienen porque pueden, los que no tienen porque quieren. Y así andamos exaltando con fuerza el principal pecado capital occidental: la gula.
Porque la sociedad actual siempre está comiendo, o exaltando comer. Así proliferan restaurantes, guías gastronómicas, cocineros que parecen premios Nobel, "cocinillas" que se promocionan (para ligar. Supongo), productos y tiendas de delicatessen (especialmente de ibéricos). Triunfan en la televisión programas que provocan la salivación (en contraposición con los pocos que provocan excitación y junto con los que promocionan la salud o el deporte... de los demás ¡Claro!), se dedican en todos los medios de comunicación espacios amplios a la gastronomía y los gastrónomos se encumbran en pedestales.
Aparte del clima, la comida es uno de los temas más usados para pasar el tiempo, todo el mundo parece un experto en ella. Es una de las banderas culturales más importantes esgrimidas por los que tienen sentimientos patrios. A veces de forma ridícula olvidando que en algún país cercano hacen la misma receta con un nombre algo diferente o sólo cambiando un ingrediente. Pongamos por ejemplo el "cocido" y sus diferentes variantes a veces llamadas "olla", "pote", "escudella", etc.
Nuestra sociedad engorda tanto (en todos los sentidos) que sólo hay que esperar sentados hasta que reviente. Hasta los más conspicuos y comedidos sucumben a la tentación del pecado de la glotonería. No basta el simple menú diario para nutrir a los comensales, se hace necesario un abundante condumio, degustar nuevos sabores y olores y, por supuesto, todo ello a precio exagerado.
No es de extrañar que otros menos afortunados odien al hombre del primer mundo, siempre comiendo, siempre ocioso, siempre descansando (o intentándolo). A ellos sólo les queda el sexo, la religión y reproducirse cuanto más mejor para conquistarnos.
"Templanza", "Moderación", "Parquedad", "Continencia", "Mesura". He preguntado a muchos por ellas. Nadie sabe que significan especialmente ante un buen menú, pero también ante cualquiera de las más mundanas tentaciones que se nos ofrecen.
Visto como está el "Mercadona" hoy, tras esquivar a esa señorita que amablemente me ofrece turrón, el anuncio de polvorones y si tropezar con todos esos jamones "pata negra" que cuelgan, me parece que voy a salir corriendo a refugiarme en mi retiro, a seguir meditando y ayunando. Sólo es cuestión de esperar a que el sistema quede totalmente despachurrado de tanta glotonería y falta de prudencia.
PD: Es imposible que haya tanto jamón ibérico. A mí no me cuadran las cuentas con el número de encinas y de bellotas.
¡Feliz Navidad!
Eutiquio Sobrado
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