"Es mejor una mente bien ordenada que una llena"
Michel de Montaigne (1533-1592)
"Una mente vacía se ordena muy rápido"
Benigno Fontes.
Interesante análisis el publicado hoy en los "blogs" de un conocido periódico nacional. Muchos escritores ambiciosos debieran leerlo para entender lo que se espera de ellos. También muchos lectores hallarían en ese texto datos fundamentales para entender los acontecimientos que permitieron la evolución de la sociedad moderna. Incluso podrían deducir algunas de las causas de la decadencia de nuestro sistema vital.
Seguramente este texto es merecedor de mejor puesto que el ostracismo permanente en la inmensa red virtual que nos rodea. Pero ¿Para qué molestarse en darle mejor difusión? Hoy en día pasaría desapercibido en cualquier rincón de un diario que casi nadie compra o apenas lee más allá de los titulares. Seguramente la mayoría de los habitantes de este país sería incapaz de entresacar algún mensaje coherente de dicho artículo afectados en gran parte por un mal que algunos expertos califican como "dislexia educacional".
Este trastorno se caracteriza por síntomas muy preocupantes. El más destacado es la incapacidad para entender textos sencillos, para reconstruir mentalmente los personajes de un relato, para sacar conclusiones de la explicación por escrito de un experto (supuesto o falso).
Así nos va. Nos engañan los bancos con folletos llenos de fotos bonitas. Los políticos campan a sus anchas porque somos incapaces de entender los textos de sus leyes. Los periodistas nos manipulan con titulares demagógicos, con interpretaciones en falso de los hechos, declaran culpables e inocentes antes de juicio, tachan de fascistas o terroristas a quién les parece, tergiversan a su gusto la actuación de policías y ladrones. Nos envuelven historias insulsas en bonitas imágenes y nos las venden en películas decoradas con bonitas músicas, escogidas entre aquellas que despiertan sensaciones reflejas de tiempos pasados y nosotros confundimos los visceral con lo sentimental, la calidad con lo familiar y nos lo tragamos todo como si formáramos parte de una ganadería extensiva. Véase por ejemplo la infumable "Lo imposible". Un bodrio descomunal loado por todos sólo porque está basado en algo cierto.
Y es que nos hemos acostumbrado a lo fácil, a aprender sin esfuerzo, o eso pensamos. Mucha gente piensa que se alcanza la sabiduría por imbibición o por contacto, sin apenas uso del intelecto. Los maestros se esfuerzan en enseñar divirtiendo (¡Que gran mentira!) o jugando. Se transforman en mimos o en payasos, cantan, bailan, a veces, sólo acompañan en las aulas de informática. Se ha desterrado el uso del sudor, de la pluma y de la memoria. Se ha implantado la duda sistemática hacia los conocimientos de los eruditos. Se deja preguntar antes de finalizar las explicaciones. Luego, nadie recuerda nada, todo parece nuevo y así nos cuelan fácilmente gato por liebre en cualquier momento.
He llegado a pensar que todo ello forma parte de un plan maquiavélico para apartar al pueblo de la sabiduría, pero entre tanto esfuerzo la han dejado totalmente arrinconada, perdida en montes lejanos y ni siquiera los malvados que planearon este desaguisado recuerdan ya donde la escondieron.
De los números mejor no hablo. Hoy en día abundan los que cuentan con los dedos y los incapaces de calcular mentalmente un diez por cierto.
La factura de la luz... la factura de la luz... ¡Yo tampoco la entiendo!
Benigno F
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