“Si las víctimas de antes pretenden ser verdugos a su vez ¿De qué parte que no sea la de las nuevas víctimas, de los nuevos vencidos de otras guerras, podemos estar ya?”
Lois Pereiro
Ayer me subí en el metro para ir a la editorial y preguntar por mi libro. La verdad es que llevo tiempo yendo por allí sin ninguna esperanza. En realidad paso para ver si, por casualidad, me cruzo con una de las secretarias, para ver si reúno suficiente valor para preguntarle si se tomaría un café o una copa conmigo algún día, pregunta demasiado directa y comprometedora para una mujer casada (que diría un amigo ) y para la que, sólo mirándola, ya conozco la negativa respuesta. Pensando en eso me dí cuenta que salía de casa con dos preguntas con obvia y adversa respuesta dibujada en la boca, así que me dí la vuelta y me fui a la taberna.
Seguramente debería hacer todo lo contrario y plantear interrogantes a los demás en lugar de a mí mismo. Hoy en día está absolutamente trasnochado el observar, investigar e informarse por cuenta propia, el pensar e ir a las bibliotecas y está totalmente en boga preguntar directamente sobre cualquier cosa. Pero ¿Se puede preguntar todo? Quizás eso sirva en ocasiones para los niños en el colegio o con sus padres, incluso los adultos podemos inquirir a algunos íntimos pero, en general, las personas carecemos de buenas respuestas y muchas veces es mejor no saberlas o no concederlas. Esa pequeña duda siempre consuela. Además, las contestaciones, especialmente a cuestiones bivalentes (Sí o No), suelen ser fuente de malentendidos porque casi siempre vienen seguidas de un adverbio que atemperara la potencia de los monosílabos y finalmente deja "in albis" la solución al dilema (Sí pero. No ahora.). De hecho, la mayoría de las personas no se mojan: "Quizás"; "No sé" son las respuestas más frecuentes a cualquiera de las cuestiones fundamentales de la vida. Otros a veces utilizan los adverbios sueltos: "Mucho"; "Poco"... Luego la fama se la llevan los gallegos.
Os invito a un experimento: situaros en una esquina del centro y preguntad a varios viandantes sobre la ubicación de una calle o de un comercio. Una pregunta con respuestas bien sencillas y obvias. Anotad todas las contestaciones obtenidas, incluso os invito a seguir las indicaciones de las diversas personas, igual aparecéis bien lejos. Os sorprenderá comprobar como la gente contesta de forma demasiado frecuente sin ningún tipo de conocimiento.
Y es que la vida es así, repleta de interrogantes sin respuestas y de multitud de agoreros empeñados en poseerlas. Interesados, en definitiva, en manipular nuestra pereza. Esas personas destacan por sus extensas y complicadas explicaciones, en dejar las frases a medias para que las mentes oyentes las completen, en dar mil y un rodeos con peroratas interminables, aburridas, casi siempre tan vacías de contenido que, a base de no poner diques a las palabras, parezca que las frases huecas se llenan de razones y saturando el tiempo de voces, acallan a los expertos, aquietan y duermen a las audiencias débiles de mente e imponen sus únicos pensamientos.
Discrepad, investigad y criticad. No os dejéis amendrentar por los voceros y opinad con fundamento. Y si no sabéis una respuesta no os de vergüenza reconocerlo. Las verdades son mutables (bidireccionales) y ya lo dijo Lois Pereiro, siempre poneros en el sitio (de parte) de los vencidos.
"Sentado a solas... en una piedra, miro el firmamento ahora ausente, a veces oculto de blanco, otras lleno de cielo. La espuma golpea los días, nunca es la misma, siempre se evade diferente. Y aunque estoy seguro, dudo dos veces antes de preguntarle al corazón del tiempo."
Benigno F.
PD: Y esos capullos siguen sin publicarme ¡Serán lerdos!
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