"Tengo la sensación de que no estoy hecho para mi vida. Me refiero a que me viene grande por todas partes, que no es la medida de un hombre como yo, que se llena de demasiadas cosas, de demasiados hechos, de demasiadas miserias, de demasiados fallos. ¿Será culpa mía? ¿Será que no sé ser hombre? ¿Que no sé tomar y dejar, hacer elecciones? ¿O será a causa de este siglo en que vivo y que me parece un enorme tonel donde se derrama todo lo que les sobra a los días, todo lo que se corta, araña, aplasta y cercena? A veces creo que la cabeza va a estallarme como una olla de pólvora."
No sé porqué pensé que esta novela era policíaca, supongo que leí en diagonal el argumento y me quedé con que a Brodeck le encargan hacer un informe de un asesinato ocurrido en su pueblo y se relataban sus indagaciones.
No es así, Bordeck sabe perfectamente todo lo que ha pasado. Ha sido escogido simplemente porque no ha participado, porque es un cabeza de turco apropiado para echarle la culpa, no del crimen, sino del relato. Brodeck lo sabe, ha sobrevivido suficiente, pero tiene demasiadas cosas en la cabeza, cree que tiene muchas acusaciones que hacerse, que recibir tantas injusticias tiene que tener algún sustrato de culpabilidad.
El informe le sirve de excusa para repasar su vida, indagar en sus fallos y llegar a conclusiones que resultan de una trascendencia aplastante.
"Se alegará que la responsabilidad es de quien los arrastra, los azuza, los hace bailar como a una serpiente alrededor de un bastón, y que las muchedumbres no son conscientes de sus actos, su dirección ni su futuro. Es mentira. Lo cierto es que la muchedumbre en sí es un monstruo, un enorme cuerpo que se engendra en sí mismo, compuesto de miles de otros cuerpos pensantes. Y también sé que no hay muchedumbre feliz."
La acción transcurre en tiempo y lugar indeterminado, pero todo parece apuntar a la posguerra de la segunda guerra mundial. Nada sabemos, pero poco a poco y de forma desordenada, a medida que acuden las reflexiones a la mente del personaje, se nos va desvelando.
"Un río cuenta muchas cosas, a poco que sepas escuchar. Pero la gente nunca escucha lo que cuentan los ríos, lo que cuentan los bosques, los animales, los árboles, el cielo, las rocas de las montañas, los demás hombres... Sin embargo, hay un tiempo para hablar y otro para escuchar."
La narración va ascendiendo desde la casi indolencia inicial hacia un clímax de suspense que me ha resultado muy interesante, especialmente porque no resulta ser una novela de ese género y tampoco es la típica novela que habla de campos de concentración, de masacres y guerras. El autor hace muy bien su trabajo y no sólo sumerge al lector en la trama, sino que constantemente le alza interrogantes personales.
"Mi propia muerte ya no me asustaba, o si lo hacía era por una especie de reflejo condicionado, irracional y fugaz. En cambio, cuando asociaba la idea de morir con Emélia o Fédorine, me resultaba insoportable. Lo que nos roe y puede destruirnos es la muerte de los demás, de nuestros seres queridos, no la nuestra."
No la voy a calificar de obra maestra, pero tiene maestría en su planteamiento y desarrollo literario. No intenta manipular las emociones del lector con trampas, ni con obviedades, pero araña lo suficiente en el interior como para conseguir sacar algo y eso, es destacable.
Benigno F.
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