A veces leo libros y no sé porqué. Éste es uno de ellos. No sé si me llamó la atención el autor, el título, el argumento o la editorial. El hecho es que, después de comprarlo, hacía meses que estaba almacenado en mi libro electrónico, siempre quedaba relegado atrás por otro más reciente. Al final, sin ningún buen motivo salvo que estaba allí, lo he leído y ha sido una muy buena elección.
Este escritor checo, hasta ahora para mí desconocido, relata en primera persona, como si fueran hechos cotidianos, acontecimientos terribles pero que a fuerza de resultar habituales, los propios protagonistas incorporan como normales, simplemente por instinto de supervivencia.
La atmósfera, de forma progresiva, se va haciendo irrespirable, tan asfixiante es, que no sorprende que los afectados acepten su fatal destino, incluso la propia muerte como una liberación. La mayoría actúan como corderos que van siendo conducidos hacia el matadero, la mayoría de forma resignada, incluso molestos con los rebeldes que se niegan a ello. Resulta tremenda la parte del libro en la que uno de ellos quiere suicidarse, empujado a ello por esposa e hija, tras un intento fallido (por el que es intensamente criticado por su familia), consigue morir con bastante sufrimiento. Sus enterradores lo critican ampliamente porque se sienten perjudicados por ello, por no haberse muerto bien.
Los acontecimientos son a veces tan grotescos, que si no fuera porque sabemos que realmente acontecieron, algunos podrían parecer que pertenecieran a una comedia absurda, como aquella presentada en "La vida es bella" de forma magistral por Roberto Benigni, en la que el director consigue hacernos sentir culpables por cada sonrisa emitida.
Así, las conversaciones imaginarias del protagonista con Tomás (su gato) y con su amante, no son más que cosas a las que se aferra para poder seguir viviendo en ese sinsentido en el que se ha convertido lo habitual a su alrededor. Esos amarres son los que le hacen aceptar su destino de forma resignada y también, cuando se desmoronan, los que inducirán sus decisiones finales.
En el libro, no hay ni asomo de violencia, ni de aventura, el protagonista no tiene cualidades especiales, incluso parece un poco tonto y bastante cobarde, no busca adeptos, ni si siquiera ser escuchado, quizás necesitaba explicarlo para justificarse, para decir : "Estoy vivo. No sé si hice algo especial para merecerlo".
No es un libro balsámico, ni épico, no exalta ni virtudes de unos, ni resalta defectos de otros. De hecho, a los ocupantes no se les muestra como especialmente malvados. Lo que sí queda claro es la estupidez del ser humano.
Benigno F.
Este escritor checo, hasta ahora para mí desconocido, relata en primera persona, como si fueran hechos cotidianos, acontecimientos terribles pero que a fuerza de resultar habituales, los propios protagonistas incorporan como normales, simplemente por instinto de supervivencia.
La atmósfera, de forma progresiva, se va haciendo irrespirable, tan asfixiante es, que no sorprende que los afectados acepten su fatal destino, incluso la propia muerte como una liberación. La mayoría actúan como corderos que van siendo conducidos hacia el matadero, la mayoría de forma resignada, incluso molestos con los rebeldes que se niegan a ello. Resulta tremenda la parte del libro en la que uno de ellos quiere suicidarse, empujado a ello por esposa e hija, tras un intento fallido (por el que es intensamente criticado por su familia), consigue morir con bastante sufrimiento. Sus enterradores lo critican ampliamente porque se sienten perjudicados por ello, por no haberse muerto bien.
Los acontecimientos son a veces tan grotescos, que si no fuera porque sabemos que realmente acontecieron, algunos podrían parecer que pertenecieran a una comedia absurda, como aquella presentada en "La vida es bella" de forma magistral por Roberto Benigni, en la que el director consigue hacernos sentir culpables por cada sonrisa emitida.
Así, las conversaciones imaginarias del protagonista con Tomás (su gato) y con su amante, no son más que cosas a las que se aferra para poder seguir viviendo en ese sinsentido en el que se ha convertido lo habitual a su alrededor. Esos amarres son los que le hacen aceptar su destino de forma resignada y también, cuando se desmoronan, los que inducirán sus decisiones finales.
En el libro, no hay ni asomo de violencia, ni de aventura, el protagonista no tiene cualidades especiales, incluso parece un poco tonto y bastante cobarde, no busca adeptos, ni si siquiera ser escuchado, quizás necesitaba explicarlo para justificarse, para decir : "Estoy vivo. No sé si hice algo especial para merecerlo".
No es un libro balsámico, ni épico, no exalta ni virtudes de unos, ni resalta defectos de otros. De hecho, a los ocupantes no se les muestra como especialmente malvados. Lo que sí queda claro es la estupidez del ser humano.
Benigno F.
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