A mí no ha venido a verme ningún monstruo, simplemente un parroquiano preocupado se ha atrevido a interrumpir mi recogimiento. Ha estado indagando donde encontrar un oráculo y finalmente Benigno me lo ha enviado a la puerta del supermercado.
Su consulta es muy simple: Ha visto esta película en la que todo el público llora y él no ha vertido ni una lágrima. Muy sorprendido lo ha vuelto a intentar (incluso dos veces) y admite muy preocupado que la segunda vez se ha dormido y la tercera ha acabado asqueado. Él siempre se ha considerado una persona sensible, ha llorado muchas veces en el cine y en su casa, casi en secreto, con otras películas y circunstancias. Admite haber tenido sus problemas en la vida, haber sufrido sinsabores y desdenes, haber perdido seres queridos y admirados y no entiende como no puede ser como los demás y sumarse al delirio lacrimógeno por este film provocado.
Dice que mientras la veía le parecía estar en una tómbola ante un charlatán ofreciendo muñecas chochonas, tónicos y crecepelo, un montón de objetos aparentemente regalados que luego se demuestran como inútiles, inservibles, incluso estropeados mientras el feriante huye con los bolsillos llenos de beneficios después de habernos engañado, pero que él era el único que se daba cuenta mientras todos los demás miraban embobados.
Que le ha parecido burda la utilización de los hechos desgraciados de la película para ponerlos como un muro de obstáculos ante el público y evitar que vean el trasfondo de mentiras sobre el que están basados que esas desgracias están sólo puestas para que nadie mire detrás, que nadie sea tan osado como para criticarlas arriesgándose a quedar como un desalmado por no solidarizarse con el sufrimiento de un hijo y la muerte de una madre. Hechos por otra parte recurrentes en las historias buenas y malas.
Le he mostrado los experimentos de Pavlov, la caja de Skinner, le he hablado de los reflejos condicionados que utilizan constantemente con nosotros supuestos artistas, periodistas y publicitarios siempre manejados como marionetas por personajes despreciables y adinerados. Hemos visto juntos "Cinema Paradiso" y la más reciente "La lección de esgrima" y ha vuelto a entender la diferencia entre el llanto sincero (emocionado y solitario o compartido solo con los allegados) y los sollozos gregarios condicionados y orquestados con batuta de banda sonora y el abismo existente entre el guión manipulado para desdencadenar reflejos viscerales y las historias relatadas para expresarse, liberarse relatando tristezas y penas y evitar que estas estallen y hagan de verdad daño.
Me vuelvo a mi retiro sabiendo que está más tranquilo, pero me quedo igual que él antes, dudando. Igual es que somos unos ignorantes, que nuestra opinión no vale nada, que sólo tienen razón las masas y sólo somos unos inadaptados sabiondillos y presuntuosos que deberíamos ocultar lo que pensamos para no ser rechazados.
Eutiquio Sobrado.
Su consulta es muy simple: Ha visto esta película en la que todo el público llora y él no ha vertido ni una lágrima. Muy sorprendido lo ha vuelto a intentar (incluso dos veces) y admite muy preocupado que la segunda vez se ha dormido y la tercera ha acabado asqueado. Él siempre se ha considerado una persona sensible, ha llorado muchas veces en el cine y en su casa, casi en secreto, con otras películas y circunstancias. Admite haber tenido sus problemas en la vida, haber sufrido sinsabores y desdenes, haber perdido seres queridos y admirados y no entiende como no puede ser como los demás y sumarse al delirio lacrimógeno por este film provocado.
Dice que mientras la veía le parecía estar en una tómbola ante un charlatán ofreciendo muñecas chochonas, tónicos y crecepelo, un montón de objetos aparentemente regalados que luego se demuestran como inútiles, inservibles, incluso estropeados mientras el feriante huye con los bolsillos llenos de beneficios después de habernos engañado, pero que él era el único que se daba cuenta mientras todos los demás miraban embobados.
Que le ha parecido burda la utilización de los hechos desgraciados de la película para ponerlos como un muro de obstáculos ante el público y evitar que vean el trasfondo de mentiras sobre el que están basados que esas desgracias están sólo puestas para que nadie mire detrás, que nadie sea tan osado como para criticarlas arriesgándose a quedar como un desalmado por no solidarizarse con el sufrimiento de un hijo y la muerte de una madre. Hechos por otra parte recurrentes en las historias buenas y malas.
Le he mostrado los experimentos de Pavlov, la caja de Skinner, le he hablado de los reflejos condicionados que utilizan constantemente con nosotros supuestos artistas, periodistas y publicitarios siempre manejados como marionetas por personajes despreciables y adinerados. Hemos visto juntos "Cinema Paradiso" y la más reciente "La lección de esgrima" y ha vuelto a entender la diferencia entre el llanto sincero (emocionado y solitario o compartido solo con los allegados) y los sollozos gregarios condicionados y orquestados con batuta de banda sonora y el abismo existente entre el guión manipulado para desdencadenar reflejos viscerales y las historias relatadas para expresarse, liberarse relatando tristezas y penas y evitar que estas estallen y hagan de verdad daño.
Me vuelvo a mi retiro sabiendo que está más tranquilo, pero me quedo igual que él antes, dudando. Igual es que somos unos ignorantes, que nuestra opinión no vale nada, que sólo tienen razón las masas y sólo somos unos inadaptados sabiondillos y presuntuosos que deberíamos ocultar lo que pensamos para no ser rechazados.
Eutiquio Sobrado.
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