La ira, el odio, el enfado se han transformado mucho en los últimos años, especialmente en el modo de manifestarlos. Son numerosos los airados que ocultan su cólera en persona de forma hipócrita pero la muestran en cuanto no son observados. Muchos son individuos aparentemente tranquilos y simpáticos que escupen culebras y víboras por ejemplo en las redes sociales. ¿Os habéis fijado la de gente que las utiliza para quejarse? Muchas veces esa queja se origina en supuestas noticias, a menudo en difamación infame.
Las ofensas ya no se resuelven en duelos, como mucho se acude a los tribunales (algo es algo), habitualmente los enemigos nunca son declarados y casi siempre se espera la ocasión para la fría venganza y si es posible sin dar la cara, se tira la piedra y se esconde la mano. Se ofende a distancia, por teléfono o "whatsapp". Las guerras ya no se hacen cara a cara, se mandan bombas "inteligentes" desde la distancia o se usan bombas "imbéciles" (humanas) para causar bajas y miedo entre las gentes (los que matan y los matados todos son manipulados, desprovistos de opinión propia, afectos de lavado de cerebro unos y otros simplemente descerebrados). La ira en definitiva es un pecado inmenso pero fuertemente ocultado. A los coléricos más descarados se les infla a medicamentos.
La paciencia aparentemente se cultiva, se recomienda, incluso se educa en ella. Pero son pocos los pacientes de verdad (sólo lo son algunos enfermos que esperan a ser curados). La inmediatez es la norma, el consumo rápido y desmesurado dominan el mercado. Probad a decirle a un niño que tiene que esperar un año para conseguir un regalo, intentad absteneros de comprar la última novedad del mercado. La falta de paciencia también afecta al amor, ya nadie espera años a su amado(a) como Penélope a Ulises y mucho menos espera más que breves minutos a recibir una contestación a un mensaje. Por eso hoy no se escriben cartas ni de amor, ni de odio. Por eso sólo los que esperan pronto la muerte dejan de estar apresurados. Prácticamente han desaparecido los resignados. Los pacientes son confundidos con mansos. Se consideran encomiables el inconformismo, no aceptar el destino y mantener el crecimiento desmesurado.
Eutiquio Sobrado
Las ofensas ya no se resuelven en duelos, como mucho se acude a los tribunales (algo es algo), habitualmente los enemigos nunca son declarados y casi siempre se espera la ocasión para la fría venganza y si es posible sin dar la cara, se tira la piedra y se esconde la mano. Se ofende a distancia, por teléfono o "whatsapp". Las guerras ya no se hacen cara a cara, se mandan bombas "inteligentes" desde la distancia o se usan bombas "imbéciles" (humanas) para causar bajas y miedo entre las gentes (los que matan y los matados todos son manipulados, desprovistos de opinión propia, afectos de lavado de cerebro unos y otros simplemente descerebrados). La ira en definitiva es un pecado inmenso pero fuertemente ocultado. A los coléricos más descarados se les infla a medicamentos.
La paciencia aparentemente se cultiva, se recomienda, incluso se educa en ella. Pero son pocos los pacientes de verdad (sólo lo son algunos enfermos que esperan a ser curados). La inmediatez es la norma, el consumo rápido y desmesurado dominan el mercado. Probad a decirle a un niño que tiene que esperar un año para conseguir un regalo, intentad absteneros de comprar la última novedad del mercado. La falta de paciencia también afecta al amor, ya nadie espera años a su amado(a) como Penélope a Ulises y mucho menos espera más que breves minutos a recibir una contestación a un mensaje. Por eso hoy no se escriben cartas ni de amor, ni de odio. Por eso sólo los que esperan pronto la muerte dejan de estar apresurados. Prácticamente han desaparecido los resignados. Los pacientes son confundidos con mansos. Se consideran encomiables el inconformismo, no aceptar el destino y mantener el crecimiento desmesurado.
Eutiquio Sobrado
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