Este sí que no es un pecado moderno. Este sí que ha persistido con el paso del tiempo. Lo que sí es moderno es su universalización. El "Esto es mío" está a la orden del día, aplíquese a cualquier terreno: mujer, familia, dinero, trabajo, salud, propiedades, territorio, lenguaje, cultura, pueblo.
Actualmente no es fácil identificar a los rácanos porque todos lo somos más o menos. Antes siempre podíamos acusar a los bancos, a los judíos, o a los prestamistas inmisericordes, pero hoy en día está obsoleto. Los bancos son más bien pedigüeños, los judíos ni tocarlos (ya los tocaron bastante en otros tiempos) y los prestamistas andan disimulados entre bonitos anuncios en la tele y la radio.
Así que la avaricia representada por su diablo (Mammon) campa a sus anchas en este siglo XXI de poco más de un decenio. Es un pecado bien guardado, no reconocido por nadie, por lo menos sigue siendo mal considerado, no como otros que son claramente exaltados.
De lo que sí estamos flojos es de su opuesto: la generosidad. No abunda esta virtud. Aunque muchos se declaren consagrados a ella, en realidad, nadie se entrega. Muchos se llenan la boca de altruismo falseado. Es muy fácil repartir lo de los otros, alardear de gestos de solidaridad y de sacrificios no soportados. Se fomenta el turismo (falsamente) humanitario, el que vengan todos (a casa de los demás y a su cargo) o el derroche con animales que disponen de hoteles, psicólogo y peluquero. Los desmesurados regalos a infantes que tienen motocicleta años antes de tener carnet o usan teléfono móvil cuando aún no han aprendido ni a hablar o viajan a ignotos (y baratos) parajes donde algunos mueren de hambre en las trastiendas.
Y es que la generosidad es la más hipócrita de las cualidades del ser humano. La mayoría sólo la utilizan cuando conviene. Es como las colillas de algunos solidarios e izquierdistas fumadores que no van nunca a las papeleras o las mierdas de algunos animalistas que según donde caen no les parece necesario agacharse.
Yo me declaro avaro. Rácano de soledad, de pensamientos impíos, de desgracias que me niego a compartir con nadie. Y aunque quisiera ser dadivoso se me da mejor lo roñoso, lo egoista y lo tacaño.
Eutiquio Sobrado
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